“La tierra estaba confusa y vacía, y las tinieblas cubrían la haz del abismo, pero el espíritu de Dios estaba incubando sobre la superficie de las aguas.” Gn 1, 2-3
La formación de La Tierra, nuestro planeta, me sugiere una gran metáfora sobre la evolución humana.
La transformación vivida en nuestro mundo lo largo del tiempo, me recuerda mi propia transformación, la de mi propio mundo. La serie de cambios que se producen a nivel externo o interno en el planeta, me resultan familiares, de alguna manera.
Hace 4.500 millones de años nuestro planeta comenzó a vivir varios procesos de transformación. Algunos externos, como los impactos y colisiones sufridas por asteroides y meteoritos. Otros internos, como grandes explosiones, volcanes, grietas, terremotos… La Tierra ardió durante millones de años.
Pienso que yo también estoy sujeta a procesos parecidos, externos e internos. ¿A caso no me rodean hechos o situaciones que hacen que me abra, y me desgarre por dentro? Procesos que vivo como desastrosos, pero que si los observo pasado un tiempo me doy cuenta de que traen consigo la posibilidad de un cambio, una transformación.
También La Tierra vivió momentos de calma, donde aparentemente no sucedía nada. Sin embargo, la vida se abría paso tímidamente, en lo más pequeño y de la forma más inesperada. ¿No comienzo yo también de manera tímida a abrirme paso después de resituarme ante algún acontecimiento crítico en mi vida? ¿No es en lo pequeño donde renace la vida?
¿Cómo es que nuestro planeta es tan creativo? Nunca lo había visto así, tan capaz de volver a empezar de una nueva manera, pues nunca hubo solo una: oxigeno,… agua…, trilobites,…peces…, reptiles,… dinosaurios,… primates… ¡qué capacidad de resiliencia!
Creación, destrucción, calma, creación, destrucción…
Ciclo de la transformación, de La Tierra. De mi misma.
¿Podemos utilizar entonces, la experiencia de todo nuestro planeta, para hacerla nuestra?
¿Podemos aprender que vivimos en continua transformación, pues pertenecemos a un planeta que vive así…que es así desde hace millones de años?
¿Podemos aprender a caminar dentro del ciclo?
¿Podemos entender que nuestra madre, Tierra, nos enseña con su ejemplo?
¿Podemos amarla por ello?
Resulta esperanzador saberme dentro de un ciclo. Donde todo tiene un fin, para volver al principio, pasando por la destrucción, la calma y la creación.
Josune Bejarano
“Jesús dijo a sus discípulos: Fijaos bien en la higuera o en cualquier árbol. Cuando echan brotes, os basta verlos para saber que la primavera está cerca. Pues cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el Reino de Dios. Os aseguro que, antes que pase esta generación, todo esto se cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán”. Lc 21, 29-33