Cae la trenza sobre mis hombros, rozándome la piel del cuello.
Esta manera de trenzar es distinta, los mechones son otros, y siento que cada uno de ellos requiere mimo y suavidad al ser entrelazado con los otros.
Cuerpo, mente y espíritu. ¿Deben ser estos tres mechones iguales? ¿Del mismo grosor? ¿Cómo es tú trenza? ¿Puedo verla?
En estos días de pascua pienso en una frase: “Sal del sepulcro…” y siento que ese “sepulcro” de tristeza me ha acompañado mucho tiempo. ¿Salir de él sin miedo? No es verdad. Lo tengo. Aun así: intentarlo. Salir, arriesgando con nuevos pensamientos, nuevos valores, nuevas maneras.
Mis ojos tan acostumbrados a la oscuridad se abren despacio. Hay otra manera de relación, Jesús vino a enseñárnosla. Otra forma de relacionarnos con nosotras mismas, con los demás, con el Cosmos, con Dios. Es tiempo de darnos a luz a nosotras mismas. Es tiempo de transformación.
Josune Bejarano