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¿Podemos llamar cenáculo al piso de un joven matrimonio en medio de una ciudad irrelevante en un rincón del país?

¿Podemos llamar discípulas y discípulos a mujeres y hombres de hoy, jóvenes y sensibles a la realidad, que nunca llegarán a ser importantes en la institución eclesial porque son críticos, inteligentes, izquierdosos, curiosos, preguntones…?

Ayer estaba anocheciendo y un pequeño grupo estábamos apiñados en el cenáculo-pisito de nuestra pareja anfitriona. En círculo, simbolizando que le queremos en nuestro centro, y en silencio, se nos invitaba a invocar al Espíritu que habita en nosotras.

Y gradualmente fuimos compartiendo la experiencia vital con unas personas que están “activando la aplicación” con la que todos nacemos y pocos activamos: la capacidad de dialogar con el Dios de Jesús, de descubrirle en nuestro silencio habitado y en la Palabra, también en comunidad, como en el primer Pentecostés.

Todos vienen de mucho compromiso y servicios múltiples en movimientos de jóvenes y familias, en catequesis y…pero algo por dentro empezaba a oler a chamusquina, dicen.

La experiencia de Pentecostés para mí empezó anoche, ya sé que mañana lo celebraremos en la vigilia que entre todas y todos estamos preparando, pero ante la seriedad de la búsqueda de estas personas a mí se me caldea el alma:

Dice una mujer que es buscadora empedernida, tanto, que pide “clases particulares”: me cuesta hacer silencio y por eso, además de levantarme antes todos los días y ponerme por la mañana, he empezado también por la tarde un rato, me ayuda, es más completo.

Y a nuestro amigo que está iniciándose y le cuesta le pregunta alguien y tú, ¿a qué hora te levantas?. Pues igual si madrugas un poquito, recortando la tele por la noche, igual sin casi darte cuenta le haces hueco a Dios para que te susurre al oído sus palabras de amor personalizadas y en directo.

Y nuestra joven anfitriona dice que hace silencio antes de irse al duro trabajo de profe en una barriada conflictiva y peligrosa, y que por la noche, con su marido leen la Palabra, la rumían y la comparten. Sin más, dice.

Y a la hora de las conclusiones y proyectos…todos tenían a personas a quienes desean que descubran, desde espacios que prepararemos entre tod@s lo que ya estamos compartiendo y se lo deseamos a tod@s porque te cambia la vida, y es gratuito.

Y la otra mujer profesional de mucha responsabilidad, madre de familia, que a veces deja de recoger la cocina por la noche, porque si se enreda se le hace tarde y a la mañana no puede con su cuerpo porque lo que quiere es “acudir a la cita”.

¿Don de lenguas? Yes, oui, bai,… para que se entienda lo que se está viviendo.

¿Don de sabiduría? Cuando “se saborea, se degusta” no hay problema.

¿Don de entendimiento? ¡Ajá! ahora lo pillo, estaba dentro, desactivado…poco a poco me pongo bajo cobertura y conecto…despacito va viniendo.

¿Pentecostés? Tú ¿qué opinas?

Magdalena

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