WP_20170802_13_54_12_Pro (2)

 

Corría el año 1977. Yo vivía en Valencia, en comunidad con otras ocho mujeres.    Papá se empeñó en regalarnos un radio casete. No me hizo mucha ilusión…¿Para qué lo íbamos a emplear?. Se me ocurrían mil cosas en las que invertir aquellas 5.000 pesetas: pagar gastos, libros, comida…. Si en nuestra comunidad todo el mundo tocaba la guitarra…y quien no sabía, si tenía un poco de oído musical, era de lo primero que aprendía.

Poco a poco le fui viendo la utilidad. En las representaciones que hacíamos con trozos del libro “Juan Salvador Gaviota” proyectando su vuelo por detrás de una sábana, usábamos la música de Neil Diamon: Jonathan Livinstong Seagull, ¿os acordáis?

Cuando llegué a Estados Unidos, al principio de los años 80, todo el mundo tenía en su casa un contestador al lado del teléfono fijo. Pero ¿para qué? Pues ya volverán a llamar si quieren algo. Yo también, si no encuentro a la gente en casa ya llamaré más tarde. Pues mira que nos crea necesidades la sociedad de consumo…

Sigmund era un noruego que conocimos en la universidad de MIT en Boston. Un programador de ordenadores en su tierra que estaba trabajando temporalmente en Estados Unidos. Corrían los años 90 y Sigmund nos trajo un día un ordenador a casa hecho con las piezas de dos ordenadores viejos.

Era todo un triunfo ponerlo en marcha. Primero había que introducir un casete para hacerle arrancar…y después tenía sus días, como todos, unos buenos y otros regulares. Era mi segundo año en la facultad de teología y me acostumbré tan rápidamente a él que me parecía imposible haber pasado el primer año sin esa maravillosa “máquina”.

¿Qué os voy a contar del nuevo siglo? Cada día nos levantamos y descubrimos nuevas aplicaciones para “casi todo”.  Llega información de forma instantánea a cualquier rincón del mundo; oímos y vemos a personas que están a miles de kilómetros de nosotr@s: México, Estados Unidos, Colombia, Barcelona…Tanta información en tan poco tiempo nos embota. Todo avanza de manera vertiginosa pero no nos facilita la relación a nivel profundo. Much@s nos quejamos de que nuestra comunicación es cada día más pobre.

No por tener toda la tecnología a nuestro favor han mejorado nuestras relaciones interpersonales. Insistimos en ellas porque si no tenemos lo básico ¿cómo vamos a pretender comunicaciones más complejas?

Os acabamos de enviar un calendario con la programación de este año. Nuestro objetivo no es que “os apuntéis” a todo lo posible; va mucho más allá. Es que busquemos entre tod@s ese crecimiento humano, espiritual, de evangelización, de compromiso social, no sólo a nivel personal sino también comunitario.

Cuanto más nos adentramos en el silencio, en la naturaleza, en el no-consumismo, mejor experimentamos la comunicación con nosotr@s, con Dios, con los demás.

Nuestra dimensión espiritual no sigue una vertiginosa espiral sin rumbo. No se alimenta de conocimiento intelectual, ni de multiplicar actividades o experiencias sino de cuidar y alimentar lo que ya está creciendo por dentro. Cuando buscamos maneras de compartir toda esa gran riqueza con l@s demás es señal de que estamos madurando.

Por eso os pedimos opinión, diálogo, comunicación. Sin eso todo lo otro es vano. Gracias por estar ahí.

Carmen Notario

Un comentario en «¿Información o comunicación?»

  1. Eskerrik asko por vuestros preciosos textos, el calendario de actividades, … pero sobre todo por vuestra enorme e irreductible ilusión!!!

    Miles de besos

    Pili

    Espiritualidadintegradoracristiana            Christian Wholistic

Tus comentarios nos son muy útiles