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Hace 37 años que recuerdo este día de una manera especial. Apenas habían pasado cuatro años de mi entrada en la comunidad y me destinaban a Estados Unidos. Yo había hecho el proceso para hacer COU allí unos años antes pero no me habían concedido la beca. En ese momento se hacía realidad mi sueño de vivir en un país de habla inglesa aunque las circunstancias eran totalmente distintas.

No fue fácil dejar lo conocido y en aquel momento hubiera preferido no marcharme tan lejos sin saber cuál sería mi tarea allí. Pues la misma que en otros lugares: compartir la experiencia de Dios en medio de la vida y de las circunstancias. Hacer camino con otras personas siguiendo a Jesús pero adaptándome a algo totalmente nuevo.

En aquellos años convulsos en los que la guerra del Salvador clamaba al cielo y el genocidio de Guatemala iba minando la población, me encontré en un lugar donde la gente no solamente hablaba sino que actuaba para intentar paliar el dolor de muchas personas. Lo que más me impactó fueron los intentos reales de parar la intervención del gobierno de Estados Unidos, vendiendo armamento y favoreciendo a los opresores. Conocí a personas que habían estado en la cárcel por causa de ello.

Marcos y Laura, el matrimonio mexicano nacido en Texas, que nos dejaban una pequeña casita de madera dentro de su propiedad, estaban comprometidos “hasta los dientes”. A veces mostraban temor por sus cuatro hijas, porque no les parecía justo involucrarles en una situación que podía ser peligrosa, pero les podía más el aliviar el sufrimiento de algun@s que el miedo que les embargaba. Laura era una mujer preparada con dotes de líder. Marcos era un cartero afable y bondadoso que siempre invitaba: “Come in, have a taco, sister”…Entra hermana, come algo….

Le oí contar a él mismo que era un borrachito, a veces violento con su mujer, y un día escuchando a un predicador protestante cayó de rodillas llorando y le pidió a Dios que le ayudara a cambiar de vida. No quedaba rastro de aquel antiguo Marcos cuando yo le conocí.

Ordenados y laicos, latinos y americanos, hasta el obispo Flores, primer obispo mexicano nombrado en Estados Unidos, ponían su grano de arena no sólo en mejorar la situación de los emigrantes, sino en ayudar a quienes en aquel momento eran “refugiados” ilegales.

Estados Unidos no concedía el status de refugiado a la gente que huía despavorida intentando salvar su vida y la de su familia. Sin embargo Canadá abrió sus fronteras y este fue el motivo por el que miles de personas, cruzando su país centroamericano y México llegaron clandestinamente a Estados Unidos, donde les esperaban abogados y gente de buena voluntad que les acogían y les preparaban para su viaje a un futuro incierto, pero por lo menos a salvo de la violencia y la miseria.

A veces, llegaban personas que nos contaban que habían raptado a sus hijos y no tenían ni idea de si estaban vivos o muertos. Quizá seguían vivos en situaciones infrahumanas: privados de libertad, torturados…

Esa experiencia no la olvidaré nunca. No sabía que después de esta vendrían muchas otras en diferentes Estados.

He vivido muchos años en un país inmersa en un mar de culturas, muchas de las cuales no tuve el privilegio de conocer directamente pero que forman parte de la idiosincrasia de un país al que juzgamos banalmente por sus gobernantes, su política exterior y los estereotipos que nos venden los medios de comunicación. (Por cierto, no estaría mal que revisáramos algunos comportamientos que copiamos sin pensarlo dos veces).

El vivir una temporada larga fuera de tu país de origen te enriquece hasta la saciedad. Esa debería ser materia obligatoria para todos los jóvenes; muchos, los que pueden, ya la practican.

Otra asignatura pendiente es la de no “juzgar” a los países sino saber sacar de las experiencias los valores que quiero vivir yo y contagiar a los míos.

Yo, por mi parte, celebro hoy el 11 de Noviembre una vez más. El salir de lo conocido, el tener que adaptarme a montones de circunstancias muchas de ellas difíciles, el privilegio de haber conocido gente de lo más variopinto, me hace ser quien soy hoy y me siento profundamente agradecida por ello.

Carmen Notario

 

 

Un comentario en «Otro 11 de Noviembre»

  1. Muchas gracias Carmen, por compartir esta experiencia. La verdad es que sobre los estereotipos, opinamos a la ligera. Cierto, la gente y no los dirigentes; nos enriquece. Un abrazo: Lidia.

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