espiritualidad

Con José iniciamos la semana anterior a la Semana Santa. Entiendo que de alguna manera José nos invita a “ir entrando, de puntillas, en silencio” en el “feeling” del momento litúrgico, que va siempre de la mano de lo social y de lo humano.

No sé si son las calles de Jerusalén o las de Siria este año, donde contemplamos a Jesús vivo en el dolor incontable de estas gentes que por miles huyen, cada día, buscando humanidad.

De José me admira y encanta su capacidad de “acompañar” el trabajo del Espíritu, no precisamente con canto “gregoriano” de fondo, sino cargado de dudas y conflicto de conciencia ante la confusión que causó la acción del Espíritu en su vida y en la de María.

Ante tanto desconcierto Dios se le comunica en sueños. Tal vez porque los sueños son lo que nuestro ser interior nos comunica, cuando le dejamos, que muchas veces es sólo cuando dormimos, porque el resto del tiempo nos gusta dirigir, organizar.

Según las lecturas que nos acompañan estos días Jesús vive una gran tensión interior y exterior. Hay una lucha titánica entre el poder que se otorgan los poderosos políticos pero sobre todo, en su caso, religiosos, y la vulnerabilidad del ser humano abierto al Espíritu del Abba, que le conduce a cumplir el sueño de Dios: que la humanidad entienda que su Amor es mucho más fuerte que la misma muerte.

Esa maravilla sólo se puede experimentar y disfrutar cuando como el grano de trigo aceptamos la tierra, el estar enfangadas por sentir cosas distintas a la mayoría;  la oscuridad  ya que en la vulnerabilidad auténtica no hay focos ni siquiera velas, y la falta de poder para cambiar las cosas: parar las guerras, alimentar a tantas y tantos hambrientos de pan y de Dios…

José nos enseña, como le enseñó a Jesús, a acoger la vulnerabilidad en nuestra vida, como a una amiga para siempre. La vulnerabilidad habla de sabiduría del corazón, porque entiende que sólo el que se lanza al son de la música disfruta de la danza.

Muchos estamos “viendo el baile desde lejos, eso sí, los pies se nos van solos” y es que el ritmo de las cosas del Espíritu es auténticamente movilizador de los egos más paralizados.

¿Qué sueñas? ¿Cuál es tu sueño?  ¿Coincide tu sueño con el de Dios? Que ¿cuál es el de Dios?, Jesús nos lo muestra, más claro que nunca, estos días.

También nos lo muestran las noticias. Yo, como tú, no tengo respuestas y sí muchas preguntas. Por eso, acompañadas por José, esa presencia que como un “quita miedos” te permite avanzar en el peligro, entremos en un ambiente de silencio.

Silencio para descansar a fondo. Silencio para escuchar lo que bulle en nuestra cabeza, en nuestro corazón, lo que nos atrae y lo que nos da miedo. Silencio para ponerle nombre a lo que vivimos y a lo que no vivimos.

Silencio para mirar el sufrimiento de cara y no echar a correr. Porque si esperas, percibes la presencia que te acompaña, incluso cuando parece que te abandona.

Silencio, porque en el silencio anda Dios.

Magdalena Bennásar Oliver

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un comentario en «SILENCIO PARA ACOGER»

  1. Muchas gracias por hacernos descubrir el camino del silencio, que acoge, que posibilita, que nos adentra en el Misterio,..que también nos llena de dudas, de miedos, de impotencia, pues nos hace toparnos tamb con las sombras, sombras que nos ponen en la pista de querer seguir el camino hacia La Luz. Nos ponen en comunión con los que nos precedieron, con la realidad …
    Reconozco que cuesta, que hay que ejercitarse en ello, pero merece la pena….Gracias!

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