Ahora hay sínodos y muchos señores, de nuevo, decidiendo, hablando por nosotras, porque no nos dejan hablar ¡inaudito, pero cierto! Consideran, ellos, aparentando una gran apertura, la posibilidad de tal vez dejarnos hablar…
Estos días tengo pensamientos y sentimientos encontrados. Dicen que escribir ayuda a aclararse.
Yo razono y me asusto un poco:
Desde el inicio del cristianismo, y a lo largo de los siglos, hasta hoy, las mujeres hemos estado y estamos ahí.
¿Cuántos años, días, horas hace, que en el silencio de nuestra interioridad y en el latir con la realidad, sentimos, vemos, tocamos la necesidad real, de vivir y compartir el Evangelio? ¡Y lo hacemos!
Decimos que el Espíritu les guía, y no lo dudo, lo que dudo es que sólo les guíe a ellos, y me impresiona que sigamos esperando el permiso de unos señores para ser lo que Dios nos dice que somos, desde nuestro bautismo.
Debemos precisar mucho lo que los medios no precisan, la iglesia institución es la que se reúne allá, y debajo de sus birretes rojos decide si ellos o ellas pueden o no pueden, hasta donde…igual que en la moral sexual, ellos deciden…
A la vez, la iglesia guiada por el Espíritu, empuja, mueve, inquieta y llama, como le llamó a Jesús, a salir de lo encementado para guiarse por la fuerza interior que crea comunidad en igualdad.
Y cuando ambas coincidan, entonces el discernimiento será claro, pero cuando una se otorga toda la autoridad y poder y la otra, sumisamente escucha, ora en silencio, se entrega desde lo escondido…y a este proceso lo fundamentan como actitudes de María o propias de una espiritualidad femenina (no feminista, ¡ojo!) ¿a qué te crea confusión interior?
Posiblemente no han entendido el Magnificat. Deberíamos ahondarlo tod@s, y en el término “trono”, no pensar en monarquías…sino en las sillas especiales que en las iglesias y catedrales y…se otorgan, con cojines rojos y lugares más altos, aquellos que deciden por nosotras, pobre sexo débil, que no sabe pensar, ni entiende la realidad.
Tal vez pronto señores y señoras indígenas podrán celebrar, y aquí no, porque nuestros pueblos tienen una Misa a la semana que dice un señor que lleva no sé cuántos pueblos y viene corriendo a consagrar, porque sólo él puede…¡¡¡Por favor!!!
Ahora, abrimos el ordenador y por todo vemos personas indígenas, que con sus maquillajes y plumajes preciosos, nos invitan a pensar, ¿por qué ellos y ellas reciben tanto cariño y nosotras, a nada que digamos se nos tacha de ideología de género…?
Tal vez, como las Ammas a lo largo de los siglos, tenemos que hacer gestos radicales: ellas se iban al desierto, nosotras deberíamos regresar finalmente del desierto, donde les encanta que estemos, y ser nosotras mismas, y no dejar que se nos pase la vida, lo mejor de la vida, esperando permisos. Siempre más cómodo esperar que escampe a mojarse.
Reconozco que el sentimiento de indignación que siento no me gusta, pero está ahí. Siento si ofendo a alguien.
Y a la vez valoro mucho lo que alguien a quien aprecio mucho dice de las mujeres que abren caminos:
“Somos brotes de esperanza que han surgido quebrando las rocas de la tradición. Somos semillas cuyas penetrantes raíces hacen migas las piedras que frenan el futuro”
Nuestro sínodo tiene nombre de mujer.
El equipo