Queridas Carmen y Magdalena,

Por fin me pongo a escribiros en esta mañana nublada de Zaragoza donde reina el silencio. Este puente me he quedado en casa sola. Necesitaba silencio, tranquilidad, soledad, terminar asuntillos pendientes y no tener obligaciones de ningún tipo aunque tan solo fueran calzarse unas botas y subir a una montaña. La familia está en el Pirineo con la comunidad y más amigos como tenemos costumbre.

Hace tiempo que mi cuerpo me pide silencio y que me vaya metiendo un poco en esa cueva que es el climaterio. Parando y dejando que la sabiduría acumulada repose y de paso a otra mujer en un estado lineal, no ya circular.

Desde hace unos 5 años mis hormonas van como las maracas de Machín pero me han dejado vivir tranquila. Los sofocos empezaron hace más de un año pero sin nada añadido. En mayo, estos sofocos me provocaron palpitaciones que con una dosis de maca dejaron a mi corazón tranquilo. La vuelta en septiembre ha sido complicada fisiológicamente. Los sofocos provocaron de nuevo taquicardias que se complicaron con imposibilidad de respirar. Los electros dan bien, las analíticas dan bien, la revisión de tiroides da bien… es más, tenía los niveles de estrés por debajo de la media. O sea, que la fisiología sigue su curso y yo no estoy en paz con ella.

Estoy en pleno choque de trenes interno. La cabeza que me va a mil por hora y la freno y la freno a base de respirar, yoga y meditación. El cuerpo que va a su bola, días que no puedo con el pelo y otros que subiría a una montaña. Creo que freno pero el cuerpo me da señales de que no, llevo 10 días con lumbago. Pero ese parar… esa entrada al silencio… ese ser y estar más que hacer entra en conflicto conmigo misma. Ahí tengo la cuestión a resolver. Digo que quiero ser y estar pero hago. Y si no hago, si no estoy activa y presente en el cole, en la comunidad, en lo social… tengo remordimientos. Acudo a una doctora de medicina cuántica y en la última visita me detecto un problema religioso ¡a estas alturas! E iba en este sentido.

A la par, una profunda tristeza me agarra el alma a ratos. Sé que es hormonal, pero está. Me culpabilizo porque no me deja estar al 100%. Porque mis compañeros varones no están pasando por este momento y visibilizarlo me da apuro. Me da rabia que no se hable de ello con naturalidad, que en pequeñas conversaciones mis amigas me digan que están igual… o sea, ocultación y hacer como que no pasa nada. Cuestión de mujeres, mujeres además alteradas, hay veces que he tenido una conversación y no me acuerdo, o dejo las frases sin acabar… y percibo que se ridiculiza, que no se conoce y por lo tanto no se respeta, y que una vez más, algo propio de nuestra vida de mujeres, pasa desapercibido y carece de valor y entidad propia en esta sociedad patriarcal.

Al mismo tiempo vivo cada proyecto con ilusión, me lo paso genial en el cole con los de 3 años, tengo un equipo de compañeras estupendo, me siento querida y valorada por los demás del claustro, en casa hay tranquilidad y todo discurre con normalidad.

Este curso, celebrando con Mujeres y  teología nuestros 25 años juntas, me doy cuenta de lo sembrado y vivido. Muchas del grupo van haciéndose muy mayores, no hay relevo y la Ruah soplará por donde sea. Nosotras ya hemos andado nuestro camino. Os mandé las fotos del álbum ilustrado Mujeres amigas de Jesús. Una idea de hace 3 años que por fin va a ver la luz. Crecimos sin referentes femeninos en artes, literatura, ciencias, espiritualidad… Visibilizar que hubo mujeres seguidoras de Jesús y que son ejemplo de vida me pareció importante en el mundo en el que yo me muevo, la infancia. Como no había nada en este sentido  desde la asociación nos lanzamos con el proyecto que, finalmente ha salido a la luz de la mano de Edelvives.  Nosotras ya pusimos la semilla. Que crezca, se multiplique,  se oculte por la cizaña ya… no está en nuestras manos.

Os tengo presentes. Cuando dice Machado que… converso con el hombre que siempre va conmigo, yo con quien converso es con vosotras. En la distancia. Leo vuestros textos y los reenvío. Muchas amigas me dan las gracias. Me dicen que les alimenta. Largo camino tenemos por delante hermanas.

No me falta el impulso vital, me siento sostenida y acompañada. No me imaginaba entrando en mi cueva personal con tanta lucha. No me imaginaba siquiera entrando. No me imaginaba otra yo, siendo y estando. Confiada en ver la luz al final de este proceso, me entrego a lo que vivo y acepto un camino de rendición ante lo evidente del cambio físico y mental. Pero a ratos… no del todo. De momento lo tengo en la mente, ya lo iré bajando al corazón y a las tripas. Paciencia.

Os mando el mejor de mis abrazos. Cuando nos veamos, nos lo damos de verdad.

                                                                                                                              Mabel

 

Zaragoza 8 de diciembre de 2019

 

 

Un comentario en «Carta de una amiga»

Tus comentarios nos son muy útiles