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MUJERES DE PENTECOSTES

¡Son tantas! Y hoy queremos recordar especialmente a una, una mujer del siglo XX cuyo legado está liberando a montones de mujeres consagradas y a laicas que por razones que ya no vamos a repetir, sintieron la angustia de una institución que las obviaba o las trataba como a niñas o a inferiores.

El evangelio de hoy: Juan 17, 20-26 expresa y es vehiculo de la Vida de Dios que la hermana L. Kopp descubrió era minusvalorada en las mujeres del tiempo del Concilio Vaticano II y hasta hoy.

Os invito encarecidamente a que leáis, con tiempo y silencio, el capítulo 17 de Juan, desde el inicio. La relación que expresa que Jesús tiene con el Abba es la que nos desea a cada ser humano. La confianza e intimidad que las palabras de Jesús expresan, es la medida de la confianza e intimidad que también Jesús quiere tener con nosotros.

En el versículo 3 nos dice que es de esa relación-conocimiento mutuo de donde surge la Vida. La Vida en mayúscula porque va más allá de la biológica. Jesús está hablando de la Vida que nos hace Hijxs de Dios. Esta experiencia se da cuando la persona toma como propia la relación personal con el Abba de Jesús.

Tiene experiencia de Dios como Abba quien actúa como hijx. Cuando el Espíritu consigue que estemos presentes en algún momento de nuestra vida, o de nuestro día a esa relación, la vida se transforma y adquiere una densidad que sólo quien lo ha experimentado o intuido puede comprender.

Esa Vida es comunión, común-unión o unidad entre aquellos que la experimentan. Cuando Jesús dice en el versículo 22 “para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno, para que el mundo sepa que tú los has amado como me has amado a mí”, se intuye una calidad de amor y de deseo de igualdad, que no puede caer en saco roto.

Así lo intuyó L. Kopp y las primeras hermanas que junto con ella dieron forma a un modelo de comunidad donde el respeto radical a la persona con sus dones y carismas y luces y sombras, es lo más cercano que he conocido a las palabras de Jesús.

Con mucha ilusión y esfuerzo estamos formando en España una comunidad con estas características, donde laicas y consagradas tratamos de vivir en esa intimidad y en esa relación entre nosotras y sobre todo con Dios.

El respeto, el cariño hecho real en la preocupación por la adultez en la fe de cada una, llena nuestras noches y nuestros días.

Somos gente normal, con nuestras profesiones y familias, cada persona es respetada y apoyada en sus compromisos discernidos en oración y comunidad. Somos gente que un día aprendió a orar y sigue a diario practicando esos tiempos de intimidad con el Abba, que nos llevan a desear comunicarlo y compartirlo.

Mujeres de Pentecostés, en la víspera de esa celebración podemos ser tú y yo, somos nosotras, porque en nuestro entorno somos las que estamos. Podemos elegir seguir leyendo y leyendo sobre lo que hacen otros y otras o además, optar por una profundización que sabemos nos lleva a un empoderamiento que es, en sí, lo que Jesús quiere de nosotras. Que seamos una con El, que la relación no tenga menos intensidad y consecuencias en el mundo de hoy.

No dejemos que la mediocridad se cronifique. No celebremos Pentecostés como de si un vejestorio se tratara. ¿Hay alguien despierto?

Somos muchos los que buscamos comunidad. La que inició Kopp y las primeras mujeres, me recuerda a la que inició María de Magdala y sus mujeres. Es hora de nuevos inicios. Grupos de mujeres en diferentes partes de Europa se están movilizando, también obispos alemanes están transgrediendo rigideces del imperio romano.

“No tengas miedo, no temáis” son las palabras más repetidas de Jesús Resucitado a la comunidad que estar sí que estaba, pero le faltaba la chispa de la vida, la fuerza interior, la intimidad habitada.

Y Pentecostés ocurrió en sus corazones, y hoy también es así. En muchos de nuestros corazones arden las ascuas del Espíritu. A un grupo importante de personas de los cinco continentes, el modo de comunidad de total autonomía y madurez en las decisiones, de total respeto y ayuda en los proyectos de cada uno, va haciendo mella.

Al Espíritu le pido el regalo de la humildad, porque sé por experiencia propia que su ausencia ahoga esa Vida y esa intimidad y el proyecto de Dios de un cristianismo maduro, vibrante, femenino también, donde no haya diferencias de género sino donde se respeten los dones y carismas que Dios mismo vuelca en nosotrxs, mujeres y hombres.

Necesitamos personas capaces de crear espacios liberadores. Gracias a todas las mujeres de Pentecostés incluida Kopp actualmente, las beguinas… que a mí y a tantas nos habéis dado perspectiva y espacio interior para ser libres y maduras. Y en comunidad de cada uno en su casa y varios encuentros al año y frecuentes online.

Mujeres de Pentecostés. ¡Claro! Ojalá podamos decir ¡somos tantas!

Magda Bennásar Oliver, sfcc

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