Si has orado con las propuestas anteriores para este día, estarás posiblemente un poco removida por dentro. Y la vida sigue. Como en casa, tenemos que preparar la cena. Es una cena IMPORTANTÍSIMA;  si la experimentamos  habremos comprendido la esencia del cristianismo, la esencia de su entrega, ritualizada a través de unos gestos completamente significativos.

Sabemos que la cena del jueves, en el contexto judío del ambiente de Jesús era la celebración de la pascua judía.

Pascua=paso: de la esclavitud de Egipto a la liberación. Paso de nuestras esclavitudes a nuestra liberación. Como personas individuales  y como comunidades. No nos distraigamos con tanto texto y alimentos;  intentaremos proponer lo fundamental para que nos abra el ojo del corazón para ver y comprender, y así, poder vivirlo en plenitud.

“¿Por qué se diferencia esta noche de las demás noches?”

Es la pregunta que hace el más pequeño de la familia en todos los hogares judíos que celebran la Pascua.

Se le responde con el relato de la salida de Egipto llamado Hagadá. Es una cena que se realiza en casa, en familia, no en el Templo o Sinagoga. Todos los miembros de la familia  participan y dan un sentido simbólico a todos los gestos y alimentos. Esta tradición, se transmite de generación a generación.

Es importante comprender: qué celebran,  qué relatan, qué comen y porqué, pues todo ello está en la base de nuestra Eucaristía.

No vamos a detenernos en todo, no es el momento ni el lugar; nos interesa acoger lo más significativo para comprender nuestra experiencia religiosa cuando la ritualizamos y vivimos en comunidad.

Ellos, los judíos, celebran la liberación de la esclavitud: para ello comen yerbas amargas que recuerdan la amargura que vivieron en Egipto; normalmente lechuga romana y rábano.

Comen pan sin levadura, simbolizando que no hubo tiempo de leudar o levar la masa, dada la urgencia con que tuvieron que escaparse del cautiverio.

Mientras tanto leen la Hagadá, la narración de su historia/proceso de liberación que es la respuesta que se le da al niño que hace la pregunta la cual inicia el ritual.

El cordero simboliza no sólo el sacrificio, sino también el martirio, la pureza y la inocencia.

Beben cuatro copas de vino para celebrar los cuatro grandes aciertos del pueblo de Israel  durante sus años de esclavitud en Egipto: no variar sus nombres hebreos, continuar hablando en hebreo, no participar de las costumbres egipcias y seguir siendo fieles entre sí.

Tanto el vino como los alimentos tienen que ser ”kosher” que significa apto: son los alimentos que se preparan de acuerdo a normas dietéticas judías, sometidos a sus leyes de purificación.

El paralelo con nuestro ritual de la Eucaristía es bastante evidente. Por supuesto que también al principio estas cenas cristianas se celebraban en las casas, en familia y en comunidad, es decir, con aquellas personas que se convertían en hermanas y hermanos al ser discípul@s seguidores de Jesús.

Se pasó a lugares públicos y con el tiempo a templos por el gran número de personas que sobre todo con la conversión del Emperador Constantino al cristianismo, siglo IV,  el Imperio se adhirió al cristianismo, consiguiendo así que se masificara.

Posiblemente fue el principio del final de los orígenes. Se perdió la cercanía y todo se volvió frío y grande y pomposo, como el mismo imperio romano, del cual todavía hay vestigios en cantidad de detalles de la liturgia oficial y de la vestimenta litúrgica.

El texto base es también la historia de nuestra liberación, explicada a través del Antiguo y Nuevo Testamento, que cuando se explican bien, se ve su conexión y la manera como Jesús reinterpreta el Antiguo Testamento.

El cordero será la persona de Jesús que asume el sacrificio de su vida como mujer que asume el parto, para que nazca la vida. No es un sacrificio para perdonar pecados…es el amor gratuito que se entrega hasta el final. Las palabras sobran.

Se pasa el pan y el vino. Es el simbolismo de la Nueva Alianza. La Alianza que Jesús renueva y sella para siempre con su vida.

Y, aquí os invito a parar y escuchar más allá también hoy de tantas palabras y lecturas… ¿qué te dicen estos gestos?

El núcleo de la Eucaristía, de la cena cristiana es revivir que Dios renueva su alianza de amor incondicional con nosotros. Y lo hace en comunidad, donde cada uno come de su pan y bebe de su vino y escucha la historia que pasa a ser la tuya y la mía, la nuestra y la de nuestros antepasados en la fe, tal vez mucho más viva que nuestra historia biológica.

Te invito a orar y que cuando más tarde, si puedes, compartas el ritual, podamos todos haber experimentado algo de esos gestos en nosotros.

Se echa a mis pies y después de limpiarme el polvo del pasado, de los caminos cansinos y largos, me los besa. El beso sella una Alianza de Amor que además de comprenderse se “siente”. Un beso puede traicionar o puede unir para siempre.

No hay anillos para esa alianza, hay alguien que se nos da y reparte como ese pan partido y compartido y ese vino disfrutado. Vino o sangre, es el sentido de tomarlo o derramarlo. Asumo su gozo y su estilo de vida arriesgado, profético o derramo todo lo recibido por miedos y complejos fruto de nuestra ignorancia.

Es el momento de orar escuchando y reviviendo nuestra historia con el Cristo que ya sabemos resucitado y que hoy nos recuerda que la discípula amada eres tú. Pocos lo acogerán. Pocos llegarán al final, dejándose desbordar por tanto amor.

Ahora la pregunta es tuya “¿Por qué se diferencia esta noche de las demás noches?”

Invita a la niña/o que hay en ti a ser espontánea y sé capaz de preguntarle a Jesús ¿qué tiene esta cena que la distingue de las demás cenas?  ¿Por qué no podemos redescubrir la frescura y sentido de su origen?

-¿quién es tu cordero, y tu pan, y tu vino?

¿Tienes miedo de la Alianza, de la fidelidad de Dios, incondicional, a tí? La infidelidad es una excusa,  pero la fidelidad es un regalo, el de Dios y el tuyo, si quieres.

– ¿a quién invitas a tu mesa como familia/comunidad?

Ora un rato largo con tanto amor, y recuerda que tienes comunidad con quien compartir.

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