Icono del sitio ESPIRITUALIDAD INTEGRADORA CRISTIANA

Hermana querida Tierra

foto nuestra

Esta reflexión es un comentario de la liturgia de este próximo domingo 4 de Septiembre

Quisiera iniciar mi comentario refiriéndome, por un momento, a la segunda lectura de
este domingo.

Filemón 1, 15-1…Si te dejó por algún tiempo fue tal vez para que ahora lo recobres
definitivamente, y no ya como esclavo, más que como esclavo, como hermano
querido…

La lectura del evangelio, reforzada por las líneas de la carta de Pablo a Filemón, es un
grito profético, que parece lo estoy oyendo desde los bosques ardiendo, desde las
inundaciones, desde las guerras…

Y ese grito es un imperativo, que denota urgencia, inminencia, necesidad: DEJAD DE
POSEER para tratar a todas, a todos, a Todo lo creado, no como esclavos, sino como
hermanas y hermanos queridos.

Así nos hablan los profetas del medio ambiente sobre la situación del Planeta. La Tierra
está enferma, nos está diciendo que tiene una fiebre alta, y eso es malo, muy malo, para
la vida.

La causa de la infección es el ego; ese ego que busca poseer personas y cosas, y que
trata a la naturaleza de forma posesiva, arrancándole la vida, como una violación de sus
derechos básicos, sin ningún tipo de relación de intimidad, de complicidad. La trata
como si fuese de su propiedad, como si la poseyera, como si fuera su esclava.

Pablo nos dice en este precioso texto donde vemos como el cristianismo está aboliendo
la esclavitud, algo que no podemos obviar, que el rico Filemón, dueño de Onésimo es
invitado a recibirle ahora como a hermano querido. Menudo cambio: de esclavo a
hermano querido.

Nos dicen los profetas del Planeta que así es como tenemos que cambiar
individualmente y como colectivos: tratar a las personas y a la Tierra, al agua, los
bosques, de usarlos a relacionarnos familiarmente con ellos. Ese cariño que se fragua en
una relación lo opuesto a posesiva: relación de igualdad, de respeto, de diálogo… es el
medio, la herramienta que sana todas las distancias y diferencias, y nos hace ser y
tratarnos de diferente manera.

Parece que algo de esta relación más cercana, ya se ha obtenido con los animales
domésticos, pero no deja de haber una búsqueda de beneficio propio siempre.
Si así tratáramos al Planeta, al mundo vegetal, al mundo de las aguas, cada vez más
escasas, a los mares y océanos en estado febril, todo sería diferente.

¿Y si así se tratara a la mujer? El eje del Planeta volvería a su Centro, la armonía dentro
de la diversidad se haría una realidad. El Reinado de Jesús emergería con toda su fuerza,
y a ello nos invita el Evangelio de hoy, tantas veces interpretado erróneamente.

En el fondo nos dice una cosa: en caso de conflicto de intereses en tu vida, en tus
decisiones, siempre tiene que prevalecer la adhesión a Jesús. Y esta, por encima de la
familia, siempre interesada, también por encima de tus intereses personales, ya que esa
adhesión es la garantía para la igualdad, la justicia respetuosa.

Vivimos en una cultura occidental cristianizada culturalmente pero no en el corazón.
Por eso seguimos tolerando, con cierta indiferencia, las desigualdades.
Hace años, una mujer latinoamericana muy comprometida y formada nos comentó a un
grupo de mujeres preocupadas por la desigualdad infinita de la mujer en la iglesia, que
la teología de la liberación no había progresado en LA porque de fondo el varón seguía
siendo exasperadamente machista, poseedor de su mujer… Dijo ella, conocida de todos,
pero por respeto no citaré su nombre: en las reuniones, en la calle, en los textos, todo era
igualdad, pero cruzando la puerta de casa, la mujer “seguía siendo propiedad del varón,
de hecho”.

También este es el trato que se le ha dado, y se sigue dando a la Tierra: es “mía”, la
puedo explotar, contaminar, cementar, no cuidar.
¿Queremos acabar con la injusticia? Dejemos de “poseer”. Y así, como Pablo le invita
al rico Filemón, quien entre líneas, parece decirle: deja de creer que porque compartes
tus bienes eres bueno, más bien, empieza a tratar al que era tu esclavo como a un
hermano querido, y yo creo que Jesús añadiría, y entonces, serás discípulo mío.

Y si al esclavo añadimos la esclava, el panorama se abre como un abanico inabarcable
de rostros de mujeres a nuestro alrededor, que nosotros, los seguidores de Jesús, todavía
tenemos que mirar y valorar de modo distinto: la chica de la limpieza, la señora que
cuida a mi madre, las mujeres africanas y afganas, las ucranianas…no son de otra pasta,
son mi hermana, y tienen sentimientos y necesidades y añoranzas, mucha añoranza de
su país, de sus hijos, de sus raíces, de vivir en su casa y no en la de los ancianos que
cuidan, de cuidar de su madre y no de la mía… pero como dicen ellas “no me queda
otra” .

Pero a nosotros nos cuesta verlas como a nuestras hermanas queridas.
Si dejamos de “poseer” el rango que nos auto adjudicamos por ser Europeos, o blancos,
o cultos…y compartimos lo que somos y tenemos, empezaremos a ver hermanas y
hermanos. Y seremos discípulas. Sí, entonces Jesús nos invitará a ser del grupito que “lo
va pillando” para que siga su mensaje y su persona viva, a través de nosotros, en el
tiempo y en todo lo que está vivo.

Hoy Jesús nos mueve a preocuparnos también por tantas jóvenes, que por lo menos en
Europa, vemos desconcertados por ese cambio tan radical de paradigma, de realidad,
que hace que su futuro, incluso su vida en el Planeta se vea cuestionada, algo que los
que tenemos ya unos años, jamás cruzó por nuestra mente.

Las estadísticas dicen que en España se han triplicado los suicidios e intentos de
suicidio estos últimos años en mujeres jóvenes. ¿Por qué? Estas personas tienen un
panorama nada fácil a nivel laboral, a nivel profesional, a nivel religioso. Hay que
proponer nuevos paradigmas, y apoyarlos, con sus proyectos y procesos, antes de que
sea demasiado tarde.

¿Podemos decir que la fiebre de la Tierra, es paralela a la inestabilidad que las mujeres
con futuro experimentan? Ambas realidades son consecuencia de un mundo entendido
con mente de varón, donde lo que importaba era la productividad. También por una
Iglesia que margina a la mujer y donde la espiritualidad no es una buena invitada. No en
formas y lenguaje de hoy.

Hermana querida Tierra y generación de jóvenes adultas, quisiéramos poder decir
“contad con nosotras”.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Salir de la versión móvil