

Ultimamente por diferentes ángulos de la vida y del estudio y oración me sale el concepto, que es más que una palabra, umbral: pieza que sostiene el muro que hay encima o también paso primero o entrada hacia…
Algo así es la experiencia de Resurrección. La mayoría podemos quedarnos en el umbral sin atrevernos a dar ese paso hacia afuera de la tumba, en el jardín de la creación que de nuevo se abre y se despliega ante nuestros ojos medio incrédulos, medio fascinados…
¿Cómo estás viviendo esa experiencia? ¿Todavía en el umbral? Todavía tratando de explicar, entender, justificar lo que se te invita a dejar en la tumba para siempre?
Dar, desde el umbral de tu realidad vital, un primer paso en la dirección que el Resucitado suscita en tu hondón, es iniciar un proceso, que puede llevarte a donde ni sospechas.
Por eso Jesús habla claro de nacer de nuevo del Espíritu, del Amor. No es fantasía es la realidad del inicio de la experiencia pascual, cuando la incredulidad y miedo de cada ser humano es invitado a cruzar el umbral. La sensación es clara, lo que tengo atrás lo conozco, lo controlo, lo gestiono, si doy ese paso me arriesgo, voy a ciegas.
Y precisamente esta es la falta de fe, lo único que se nos pide para seguir a Jesús, para experimentarle vivo es adherirnos a su persona, a su amor.
Amor de ternura que sabe tendrá que afrontar el parto; si hay vida, hay gestación y esa vida tiene que nacer. Es el primer umbral que cruzamos, que nos cruzan, con dolor y amor.
Tememos al parto como tememos a la muerte. Tememos a lo desconocido, a lo que pueda ser doloroso, sin escuchar, tal vez, nuestra inteligencia emocional extendida por todo nuestro ser que nos indica que no hay vida sin cruzar el estrecho canal/camino del sufrimiento, del arriesgar la vida para dar vida.
Cuando la madre va a dar a luz, el canal es oscuro, el futuro incierto, y el dolor asegurado. Jesús y nosotros cuando enfrentamos situaciones a las que hemos llegado por fidelidad, por seguir el rastro de la Vida, también estamos desconcertados. Posiblemente solos, con pocas personas a las que de verdad podemos considerar amigas, y con pocas evidencias. Sólo una presencia, una certeza numinosa.
Eso sí, con una profunda intuición, de que a pesar de la muerte aparente, de la soledad aparente – como los árboles del bosque- por dentro estamos interconectados por unas raíces más fuertes que todas las evidencias anteriores, y que nos hacen sentir seguros, en ese abrazo “desde dentro”.
Deseamos profundizar, en una experiencia de Resurrección desde la espiritualidad “de la Tierra”. Es urgente tomar una nueva conciencia, más integradora:
“Necesitamos una espiritualidad que emerja de una realidad más profunda que nosotros mismos. Una espiritualidad que es tan profunda como el proceso de la Tierra. Una espiritualidad que nace más allá incluso del sistema solar ya que es en las estrellas donde toman forma los elementos primordiales para los aspectos físicos y síquicos. De esos elementos se formó el sistema solar y la Tierra, y de la Tierra, surgimos nosotros, los humanos. Porque finalmente la espiritualidad es un modo de ser en el que no solo lo humano y lo divino se interrelacionan, sino que es un medio a través del que nos descubrimos parte del Universo y el Universo se descubre a sí mismo en nosotros.”(Berry)
Fue T. de Chardin quien descubrió al humano emergiendo de ambas dimensiones de la Tierra: la física y la espiritual. Si admitimos que procedemos de la Tierra, admitimos que la Tierra es Madre, Madre Tierra. Y si esto es así, y lo comprendemos, dejaremos de maltratar a Madre Tierra. Y posiblemente iniciemos con ella una relación madre-hij@.
Obviamente necesitamos darle una forma, una encarnación a ese modo de espiritualidad de la Tierra, y dicen diferentes especialistas en el tema, que María-Madre podría ser la figura que encarna esa dimensión.
Cuando en la cruz Jesús le dice a Juan, “Hijo, aquí tienes a tu madre…” (Juan 19,27…) refiriéndose a María de Nazaret, se podría ampliar hoy con esa nueva dimensión: Jesús confía a Juan, el discípulo amado, (tú y yo) el cuidado de la Tierra a través de la persona de María, mujer, madre y tierra. Y a María-Madre (la Tierra) el cuidado de Juan (tú y yo).
¿Os imagináis como Occidente habría cuidado del planeta si le hubiera puesto el rostro de la Virgen? ¿Os imagináis como todo podría dar un vuelco en nuestro subconsciente si empezáramos a comprendernos en unión íntima con todo lo creado? Lo creado, el gran libro, no escrito, hecho vida, palpable, dinámico, en continua evolución, del que formamos parte.
Estos días celebramos que Jesús sale de la tumba cruzando el umbral, sale de la tierra-madre que lo acogió, ya que fue depositado en los brazos de Madre Tierra, símbolo de maternidad.
Lo que fue tiempo de tumba fue como el tiempo que todas las raíces necesitan bajo tierra. Tiempo de vida escondida que emergerá con otra forma, con otra fuerza, con otra perspectiva más global, inclusiva e integradora.
Resucitar es emerger de la noche, de la tierra oscura pero fecunda y tierna. Es brotar a la vida, a la luz. Es tomar conciencia de que somos uno y parte con el todo.
Hoy me decía una amiga profesora, madre de dos hijos con problemas, su marido en paro…viviendo en el extranjero sin poder visitar a sus padres en España demasiado tiempo ya…me decía “estoy agotada, mi cerebro está quemado, no puedo pensar, voy en modo automático, pero no doy para más. Me he auto-recetado dosis intensas de naturaleza. “Chica lista”, evidentemente. Échate en los brazos de tu madre y revivirás.
Si estamos en comunión íntima con todo, si nos sentimos parte de esa red invisible donde todo está intercomunicado y cuidado por el resto, y respetado por una cadena irrompible de amor, solidaridad, fidelidad…todo toma fuerza, el sistema inmune humano y también el de la Tierra se potencia y energiza.
A mí esta relación profunda con todo, me huele a Resurrección, al perfume del jardín del Amado. Ya no es tumba, es útero que canaliza la Vida. Es la Vida de Dios, que en la persona del Resucitado nos devuelve a nuestro origen. El cruza su umbral.
De ahí que a María la llame por su nombre (Juan 20,16) sacándola de su tumba para devolverle la dignidad de hija y esposa de la nueva alianza y hermana de todos.
Es la otra María, la discípula (tú y yo) que Jesús elige como sucesora para anunciar su Vida, la tierra joven y fecunda, hecha mujer en la persona de María Magdalena, que sigue comunicando que Él Vive. Recordad aquí ahora, la cantidad de mujeres que a lo largo de la historia han evangelizado y siguen haciéndolo en todas las iglesias cristianas, y sólo en la católica se niega la pertenencia plena, a las llamadas al sacerdocio.
Algo no marcha bien en las religiones que se han ideologizado. Sin embargo, en la espiritualidad de la Tierra, no hay ideologías, todos y todas estamos en la cadena de la vida. No hay discusión posible porque no se mueve a nivel de ideas, sino de vivencias reales, tangibles, en inter-comunión con todo.
La experiencia de la Vida se da en el jardín o huerto cerrado, donde los místicos experimentan la Vida, y nosotros también. La tarea se realiza en la ciudad en nuestra Galilea.
Hay que rescatar a los hermanos perdidos en el cemento-asfalto-leyes-religiosidades ideologizadas y acompañarles a cruzar el umbral, a ir a toda la Tierra a comunicar eso que sale a borbotones desde dentro cuando estás conectada a la vida. A comunicar la Vida que experimentan: desde el canto de un pájaro al más absoluto exterminio de personas y especies, por culpa de la ignorancia culpable del ego. A comunicar que el Amor está más vivo que nunca y que todo son ideologías si no vivimos lo real, en contacto con la Tierra Madre, que nos acoge a todos.
Si así lo vivimos, se terminará la injusticia. No necesitaremos de políticos que, al final, cuán pocos se libran de personalismos; no necesitaremos de religiones organizadas por unos varones que se hacen imprescindibles para la experiencia cristiana; parece que sin ellos no hay Eucaristía???… ¿Qué diría el Resucitado?
Resucitar es despertar a una realidad llena de posibilidades. Observa el silencio de la naturaleza, no discute, sigue su tarea, promueve la evolución y si la respetamos seguirá siendo maravillosamente madre y hermana. La mejor compañera de comunidad, porque su ego no domina. Cada especie evoluciona sin compararse o boicotearse…no así los humanos.
Necesitamos por un lado dejar de darnos tanta importancia, porque al final todo lo que somos es gracia si lo interpretamos desde las claves de la Vida. Y por otro, necesitamos acoger con seriedad pascual la importancia y responsabilidad que se nos da.
Somos un eslabón imprescindible en la cadena de la vida Pascual.
Imaginad lo fácil que de pronto todo se pone: si seguimos esta espiritualidad con clave cristiana, como nos enseñan muchos autores, ampliando el concepto Tierra a Madre en la persona de María de Nazaret que indiscutiblemente es el prototipo del Amor, del consuelo, del cuidado, de la ternura, de la bondad, del apoyo incondicional donde todo ser humano encuentra cobijo, si lo ampliamos a María Tierra, de pronto hay una conexión diferente; tomamos conciencia de una relación de interdependencia, de parecido madre-hij@.
¿Qué ocurre? Que efectivamente todos somos hermanos, todos provenimos de la misma Tierra Madre; esa Tierra Madre nos alimenta, cuida…nosotros a su vez la tratamos como a nuestra madre, la respetamos, no abusamos de ella, la mimamos, no la explotamos, la compartimos, la disfrutamos, velamos por ella y con ella…
La Resurrección que debemos comprender no es tanto la de Jesús como la nuestra. La de Jesús ocurrió y ocurre en un presente que nunca se termina gracias al Espíritu que lo permea todo. Lo que tal vez no intuimos es que nuestra resurrección se da aquí y ahora, como la de Jesús.
Tiempo hoy para una oración escuchando lo que se está removiendo en tu tierra-útero del alma. En los brazos de María Madre Tierra. Tiempo hoy de cruzar el umbral y dejar que esta potente fuerza sostenga tu vida.
Te invito a hacer silencio profundo. Esperamos el alba, vemos ya indicios de un amanecer sin noche. Todo está en un umbral.
Madre Tierra nos espera. Y el mundo entero necesita oír, ver, tocar al Resucitado vivo en ti, en tu tierra, en tu realidad. Si cruzas el umbral, María Tierra eres tú.
Disfrutemos de este Tiempo Pascual. Te invito a trabajar los textos que os enviamos. Son fruto de mucha reflexión, comparte si puedes algo de tu cosecha, cruza ese umbral que te mantiene en esa tumba del patriarcado y sé libre. Ojalá te atrevas a poner todos tus dones al servicio de las personas que tienen hambre de alimento sano y fresco.
Magda Bennásar Oliver, sfcc
La experiencia del Resucitado, en nuestra Galilea: es nuestra vida, depende si queremos compartir esa alegría del Resucitado. Con naturalidad y sencillez, con humildad sin alaracas, pero con fuerza en ilusion. Este texto me transmite ese interés en intentarlo, como el humus de la tierra, pisando nuestras realidades. Sintiéndome parte del todo, en la unidad. Gracias.
Dar el pasito… como dice Magda parece fácil pero no lo es, porque ese paso implica compromiso, tiempo y mucha responsabilidad aparte de los recursos Humanos y económicos esto es una realidad. Aún así tenemos el ejemplo de María mujer de la fidelidad que aprendió a esperar contra toda esperanza. Mirar a María la mujer es una invitación e inspiración a humanizar y humanizarnos la tierra 🌎 nos espera. Todos somos uno
Resucitar con Jesús. Cruzar el umbral. Ir a lo desconocido, pero confiando en su Palabra: ” No
tengáis miedo”. El va delante mostrándonos el camino.
Qué agradecimiento siento no solo por Jesús, sino por esas primeras comunidades que experimentaron la fuerza del Espíritu y desarrollaron esa Cristología que nos ha llegado hasta nosotros. Y que siempre nos llama a ir “más allá”. . A no quedarnos estancados. Como muy bien dices Patricia a humanizarnos .
Gracias Patricia y Lidia por vuestros compartires .
Y gracias Carmen y Magdalena por vuestra fidelidad.