Foto nuestra. Las Arenas, Bizkaia
“Si no tienes nada importante que decir, quédate callado” este dicho oriental me impacta y conduce a mi centro.
Esa es la actitud, la que el Shalom (la paz íntegra en todo tu ser) del Espíritu nos trae en este tiempo de Pentecostés. Este Shalom conduce al silencio interior, como al remanso de aguas tranquilas donde hay tanta Vida que merece la pena el viaje.
El silencio es bueno o menos bueno, según lo vivamos. El silencio cobarde no es silencio, es ausencia de palabra/gesto o presencia que deja un vacío.
El silencio perezoso-el somnoliento, propio de un espíritu anémico no es el silencio del Espíritu. El que deja que otros hablen y espera escabullirse en cuanto sea posible, no es de la Ruah.
¡Cuántos silencios culpables en la historia y también en nuestra historia!
Discernir los silencios en nuestra vida a la luz de la Ruah que estos días celebramos puede ser una invitación desde dentro, importante.
Hay un silencio particularmente peligroso y muy común: el que pospone tomar decisiones, el que evita definirse…
¿Cuál es, el silencio del Espíritu?
Tú lo sabes y si no, es que todavía no lo has escuchado.
Es un silencio callado, callado de ideas y de dogmas…es un silencio que cuando lo experimentas te callas, te silencias, te inclinas por dentro ante la presencia que te sobrecoge, y permaneces ahí porque sabes que estás conectando.
Es el silencio de Elías que logró escuchar a Dios, después de buscarlo en el trueno y en el fuego y en el viento. Pero el Señor no estaba ahí. De pronto un suave susurro le sobrecogió tanto que se tapó el rostro, se puso de pie y salió de la cueva: Era él. El invisible siempre presente que le estaba envolviendo, abrazando, aquietando, hablando…y en este encuentro silencioso el Señor recondujo sus pasos. (1Reyes 19,11-14)
“Si no tienes nada importante que decir quédate callado” porque Dios nos espera; espera que terminemos nuestro tiempo de duelo por una institución que nos ha fallado. Espera que terminemos nuestro discurso por la justicia, que de tanto que nos ocupa, podemos apropiarnos de la necesidad que tenemos de servir (para algo). Espera que terminemos de dar lecciones a otros o de quejarnos porque no nos tienen en cuenta…
El Señor espera, aguarda el momento en que al fin saldremos de la cueva para, en silencio, asomarnos al infinito, a la luz, al silencio de la Vida que como nuestra sangre, recorre, en silencio todo nuestro ser. Así es el silencio de Dios.
¿Y el nuestro? Sugiero que vayamos entrando en la cueva de la interioridad para acallar los terremotos y los incendios…y cuando sea el momento, salir atraídos para siempre por el “susurro de Dios”.
No te lo pierdas. La vida es breve y ese regalo nos espera en la cueva, donde despacito nos vamos acallando. A diario, con empeño, sin buscar resultados, con fidelidad…y el Señor al fin será oído y escuchado. Y habrá Shemá (Escucha profunda) en nuestra vida.
La Ruah está en el silencio callado. No te lo pierdas. Lo importante se prepara. Nos preparamos para Pentecostés en silencio y en comunidad.
Shalom
Magda Bennásar Oliver, sfcc
Sobre la Ruah y el silencio callado.
Leer esto en medio del ajetreo del día ha sido como que se ha parado todo para que me sienta “bajo la mirada amorosa del Padre” como decía algún santo. Mirada que compromete aunque no obliga y hoy me interpela, como nos dices, sobre mis silencios y sobre mis palabras ¿inútiles? ¿innecesarias? ¿inapropiadas?.
Escribo reconociendo que necesito callar y escuchar.
Y con la esperanza de que la Ruah “trabajará” mucho con quienes la necesitamos tanto.Amén.
Gracias.Abrazos.