Ciclo de María Magdalena

Foto enviada por Lidia Casado

Pertenezco a la comunidad de Magdala. ¿Por qué decidí hacerlo? Por ser mujer que me siento seguidora de Jesús de Nazaret, me enamoré de El, como persona íntegra,  sencilla, cercana, humilde y que respeta a los demás, a la Creación. 

Sus compañeros fueron gente sencilla, llana, de lo más variado, hombres, mujeres, niños. Y seguirle como María Magdalena hizo, enamorada de quien da alegría y vida, de quien perdona y hasta es capaz de llegar al final sin cambiar su ser por fidelidad al Abba, dando en ésto su vida.

Pero, ¿cómo puedo estar cerca de Él día a día?. Pues por supuesto hablando, dialogando con El, confiando, a través de la oración diaria. ¡Qué experiencia descubrir esta manera de estar con El, acompañada, en mi intimidad!.

Y,¿cómo afecta en mi actividad diaria? Pues en la cotidianidad del trabajo, en mi consulta de medicina (soy médico de familia), en la forma de acompañar a las personas que me confían su salud, lo primero con la escucha y empatía; se agradece aún en los casos en que no hay solución médica. También acompañando a sus familiares. Y con el estudio diario de los tratamientos y métodos diagnósticos que cambian en poco tiempo. Soy médico vocacional y discípula de Jesús, como María también enamorada.

Lidia Casado


Dibujo del colegio expresando el enriquecimiento y la alegría de la diversidad

INSPIRADA EN Mª de MAGDALA

En este mes que dedicamos a nuestra inspiradora María de Magdala os comparto, desde mi vivencia de maestra en un colegio público, cómo voy sintiendo que algo nuevo está pasando. Para mí hay dos palabras claves en este proceso: “Consciencia y cambio en la mirada”.

Consciencia de lo que soy, de lo que somos, de que todo está impregnado de la misma energía, de Dios, de Amor y por ello nosotrxs también somos amor y estamos llamadxs a amar.

El cambio en la mirada es un proceso lento, suave,  que va haciendo en mí el silencio, la escucha de la palabra del día, el rumiarla, el que hable a mi vida y esa comunidad de iguales donde compartimos los guiños que nos va haciendo el Espíritu.

Os voy a contar cómo toda esta vivencia va calando y se  ha ido  reflejando en mi ser  maestra  de niñxs de 6 -7 años. Este curso elegí un grupo complicado, era el grupo más heterogéneo y diverso que he tenido en mis muchos años que llevo como maestra. Sólo 19 alumnos, pero ¡qué intensidad de grupo! Hemos convivido alumnxs de 10 nacionalidades diferentes, una riqueza de colores, familias, culturas e idiomas. Esta heterogeneidad  también se manifestaba en el aprendizaje; había desde un niñx con autismo profundo a uno de altas capacidades y en el medio toda una variedad de  niveles y ritmos.  ¡Todo un desafío!

Primero trabajar con los niñxs, acogerles, conocerles, conectar. Es lo mío. El siguiente paso son las familias, las raíces de esxs niñxs, sus orígenes, lo que hasta ahora les ha nutrido. Y es aquí donde hoy me quiero centrar más porque es dónde he sentido con fuerza que algo en mí estaba cambiando. Con las familias ante todo ha habido mucho trabajo, pero también confianza, es preciso ganártelas, conectar. Pero ha habido tres casos que me han tocado de forma especial. Cuando nos hemos ido dando y he conocido sus situaciones se me cayeron las etiquetas, los juicios, la prepotencia…y simplemente escuché desde dentro, contemplé su dolor, la impotencia, el miedo…pero también la confianza, el aquí estoy, vamos a caminar juntxs. Y os aseguro que no ha sido fácil, pero he sentido la fuerza y la luz que me daba la oración cada mañana, el que juzgo menos y escucho más, la confianza mutua, el apoyo del equipo docente…el saberse sostenida y acompañada.

Y os cuento que el último día de clase, Mateo que tenía mutismo selectivo, que no miraba nunca a los ojos, y hablaba muy poquito, se abrazó a mí; y a su madre y a mí…se nos caían las lágrimas o Juan, un año entero sin salir de casa por la pandemia en Venezuela, sin relacionarse, no sabía hablar, sólo gritar y llorar; pero esa madre coraje ha luchado, pedido, buscado…y ante todo  hemos confiado la una en la otra para que Juan fuera poco a poco consiguiendo unos objetivos mínimos. Hoy sabe leer, escribir, ríe, se sigue frustrando pero…lo intenta y en la última tutoría que tuvimos ese GRACIAS,  abrazadas, era sentido y  recíproco. Y seguiría hablándoos de cada uno, de mi Jes, de Lara, que le acaban de diagnosticar TEA(Trastorno del Espectro Autista), de su familia tan especial, … pero lo dejaré para otro momento.

Concluyendo puedo deciros, que gracias a esta nueva relación con el SER que me habita, al estilo de Mª Magdalena, me ha cambiado la mirada y este curso que parecía complicado se me ha revelado como una época de un crecimiento personal y profesional, pero sobre todo de sentir ahí la llamada a la misión, con niñxs , familias y compañerxs.

Luisa Montero de Pedro

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