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Ciclo de María de Magdala

Pinturas realizadas por Jara Redondo

Entretejiendo esperanza 

Mi vida, a veces nuestra vida, se experimenta como un paisaje de pleamar: inestable, amenazador. Impaciente, oteo en el horizonte, la llegada de la bajamar donde hacer pie para sentirme segura. Otras veces, me sorprendo envuelta entre las olas, con sus idas y venidas, acariciando las arenas de la playa. Se entreteje este paisaje, con un mar en calma, la certeza secreta de que allí está la luz que necesita mi corazón; tantas veces rondando la tumba vacía, lo mismo que María Magdalena, al encuentro del Resucitado. Él  me invita a salir de lo cotidiano para atravesar  espacios de vida, de encuentros, de cuidados. A entretejer esperanza. 

En contacto con mi corazón, soy consciente de un el silencio habitado que unifica los dos paisajes y los complementa. El mar con oleaje: sorpresa, inseguridad, miedo búsqueda… y el mar en calma: serenidad, seguridad, plenitud. Un paisaje  preñado de belleza, de la Belleza, que revela la luz, el sentido, el deseo más profundo de algo más que anhelo: Jesús de Nazaret, mi Mar.  

¿Y a ti, qué te sugieren estos paisajes para tu vida? 

Jara Redondo 


Campos castellano-manchegos enviada por Beatriz

No se puede curar una úlcera con tiritas. Y aun así nos empeñamos.

Uno de los aspectos que más me ha gustado de la enfermería ha sido el de “curar heridas” y cuanto más complejas, mejor. Curar sin causar dolor o al menos el mínimo posible, curar preservando la dignidad del herido, acompañando y haciéndole partícipe en la medida de lo posible del proceso de curación de su propia herida y explicando la evolución de forma sencilla de manera que pueda entender que está ocurriendo…. Permitiendo también que el cuerpo ponga a su disposición sus propios recursos de sanación… esa increíble homeostasis.

Hay heridas pequeñas que nosotros mismos podemos curar, pero a veces hay heridas en las que la intervención externa y de un profesional cualificado es importante.

En muchas ocasiones oímos en la tele o en la radio cuando dan una noticia sobre un accidente: ha habido varias personas o una persona que han o ha sufrido politraumatismos….

Poli- traumatismo es un concepto que habla de lesiones, según la RAE una lesión es en su quinta definición: delito consistente en causar un daño físico o psíquico a alguien.

Es curioso pero siempre me he preguntado por qué no hablamos de los daños psíquicos, de los traumas emocionales, con la misma soltura con la que lo hacemos con los físicos, esas heridas que todos, en mayor o menor medida, llevamos en la mochila creando patrones que en un futuro pueden resultarnos muy dañinos, aunque en su día nos ayudaron a “sobrevivir” en un entorno probablemente hostil.

No me refiero solo a injusticias, a circunstancia existenciales complicadas únicamente (aunque sin duda estas pueden ser causantes de traumas), sino a esos traumas, a esas heridas NUESTRAS, de CADA UNO, internas, profundas… que no hemos sido aún capaces de mirar de frente y abrazar, y seguimos cargando en la mochila mientras caemos en el últimamente llamado “bypass espiritual” que no actúa más que como una tirita en nuestra aún sangrante úlcera, en el mejor de los casos.

Me pregunto si nuestra sociedad nos prepara, nos dota de capacidades para poder mirar nuestro interior, si encontramos entornos o personas donde poder mirarnos dentro con amor, con compasión, abrazar lo que hay, lo que haya tal y como esté y transformarlo, trascenderlo…dejar que la Ruah se abra paso en nuestra “carne”, que vibre cada uno de nuestros átomos… vivificándonos… No hay otra forma de curar una úlcera sino hacerlo desde “dentro” y en ocasiones dejarla sangrar para volver a “oxigenar los tejidos”… después la “cicatriz” nos recordará ese proceso, casi milagroso, de transformación, de otra forma puede llegar a convertirse en un absceso.

Me viene en estos momentos a la cabeza María de Magdala y como tuvo que SENTIR su nombre pronunciado en los labios de Jesús de Nazareth, el tono en ese pronunciar su nombre a través del cual se re-conoció, esa forma de nombrarla que respondió a un anhelo profundo, hondo, muy hondo… tan hondo que cambió su vida por completo.

Me pregunto que la movería internamente… puedo tan solo imaginarlo, pero sin duda la con-movió. En este imaginar abrazo la idea de cómo María de Magdala dejó que en ese “pronunciar su nombre” esa llamada la atravesara la carne, la dejara sangrar y oxigenar su interior, sus tejidos, sus heridas, las más y las menos profundas, esas que por su condición humana y no por prostituta como nos han hecho creer, tenía, como todos y todas…y con esa sabia capacidad femenina acoger la vibración vivificante de esas palabras para re-nacer, re-crearse…

María de Magdala no fue una mujer de tiritas, permitió que su herida sangrara, desde dentro, para crear un nuevo tejido, fuerte, sano, que recubrió por completo lo que fue…desde una compasión, ternura y valentía inmensas. Imagino que no fue fácil hacer lo que hizo, ser discípula de un hombre entre hombres, en un sistema patriarcal y machista como el de su época.  María de Magdala fue una mujer de dar tiempo, de procesos, de respeto, de paciencia, de esperas, de miradas desde la acción y sin prisas.

De acoger y ponerse en disposición, ponerse en camino, como han hecho después muchas mujeres, de rumiar la PALABRA de Jesús y permitir que sus heridas siguieran sangrando para seguir re-creándose, supo, estoy convencida que como nadie, crear comunidad, porque nadie como ella y desde su experiencia interna, como discípula, supo reconocer las heridas en los otros, amarlas, dignificarlas y dejarlas transformarse a su propio ritmo y en común unión.  

Así es como la vivo, como la primera mujer que se puso en camino con la herida abierta, aún sangrante, con la certeza de que solo desde dentro podría sanar, mujer conocedora de sahumos, ungüentos, hierbas, espacios, palabras y miradas que sanaban cuerpo y alma la suya y la de su comunidad, es así como me llega su nombre, sus pasos y su fuerte y vivificante “presencia”.

Beatriz Turiegano Santos

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