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Hace unos días leíamos en el evangelio de Lucas que Jesús: convocó a sus seguidores y seguidoras y les dió fuerza y autoridad para proclamar el reinado de Dios y para curar a los enfermos.
A lo largo de los siglos Jesús ha convocado y lo sigue haciendo a aquellos y aquellas que se dejan tocar por su persona, por su mensaje por su Buena Noticia. Nos transmite su fuerza y autoridad que muy poco tiene que ver con la fuerza de quien subyuga y oprime, ni con la autoridad que impone lo suyo por encima de las necesidades de los demás.
Francisco, tú tuviste la suerte de entender este camino desde la juventud y te envolvió de tal manera que no te importó la opinión de tus padres ni la de los más cercanos, te dejaste “seducir” y viviste al extremo la Buena Noticia de Jesús proclamando y curando.
Pocos han entendido como tú las indicaciones de no tomar nada para el camino, ni bastón, ni alforja ni pan ni dinero…ni dos túnicas. Para tí enamorarte de Jesús no fue un sentimiento apasionado fruto de una experiencia pasajera, no, fue entender a fondo donde estaba el tesoro y qué había que vender para hacerse con el.
Nos conmueve tu pobreza extrema, nos toca tu sensibilidad por la vida en todas sus formas, nos enamora tu Cántico de las Creaturas.
Somos ciertamente fuego y tierra, luz y oscuridad; llevamos la huella de Dios en unos vasos frágiles de barro que se quiebran. Por eso es necesaria la humildad, que es el realismo del agua y de la tierra, como dicen las palabras finales de este canto: «Load y bendecid a mi Señor, y dadle gracias y servidle con gran humildad». Son palabras que recuerdan nuestra condición: somos polvo. Enséñanos a caminar con los otros y otras, con todo lo que nos rodea con una humildad como la tuya.
Tu fuerza y autoridad para seguir en el camino, anunciando la buena noticia y curando en todas partes nos recuerda que también nosotrxs hemos sido convocadxs.
Carmen Notario, SFCC

