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“Dentro” y “fuera” comentario a Jn 21: 7-14

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“El discípulo aquel, el predilecto de Jesús, dijo entonces a Pedro: _ Es el Señor” Juan 21:7. Ante el sorprendente resultado el discípulo predilecto reconoce a Jesús. Contrasta con Pedro que, no está aún dispuesto a dar la vida con Jesús y no lo reconoce.

Pedro, inmediatamente se ata la prenda de encima a la cintura, pues estaba desnudo, y se tira al mar. Estaba desnudo: no había adoptado la actitud de Jesús; por eso la misión no había producido fruto. Es al oir que es el Señor cuando cambia de actitud: entiende que el gesto de Jesús de ceñirse el paño en la última Cena, que significa su servicio hasta la muerte, no puede ser diferente para quien se jacta de ser su discípulo. Por eso se tira al mar, ahora sí está dispuesto a dar la vida. ¿Cómo traduzco esto en mi vida?

Oir, ver, los sentidos nos sitúan y son los que nos hacen reconocer a Jesús aunque su apariencia esté en cierto modo velada. “Al saltar a tierra vieron puestas unas brasas, un pescado encima y pan”cf 21:9. Eso es lo que pone Jesús y les anima a traer el pescado que ellos han cogido.

Jesús les habla a todos con palabras, con gestos, y le van reconociendo no solo por el pan que Él provee sino por las brasas que se encuentran, por la invitación a poner el pescado que acaban de coger.

Nuestra misión es “adelantarnos” con las brasas como Jesús, para que cuando llegue la gente tengan cómo cocinar lo que han pescado. En estos días, en que celebramos el día de la madre en diferentes fechas dependiendo de los países, ahondamos en ese amor materno que tenemos todos.

Madre es quien prevé y quien provee. Quien ve venir de lejos y aprovecha la situación “para”…romper la tensión y hablar al corazón. Está en otra dimensión pero se acerca con un lenguaje que nadie rechaza, el del amor.

La simbología de los ciento cincuenta y tres peces nos recuerda que estamos hablando de la comunidad del Espíritu, comunidad de personas maduras. Tres, representa la divinidad y cincuenta por tres nos habla de la multiplicación del fruto en proporción exacta a la presencia del Espíritu. La red no se rompe, a pesar de la cantidad de peces. unidad en la diversidad. “Que todos sean uno” cf Jn 17:21

La vida de la comunidad cristiana está en un constante “dentro” y “fuera”, combina la vida comunitaria con la actividad de la misión; en las dos el centro es Jesús. Discípula es la persona que trabaja motivada por un vínculo de amistad con Jesús que le lleva a amar de forma incondicional, o por lo menos a intentarlo.

Jesús, siempre al servicio, hace fecundo ese esfuerzo. La eucaristía, acción de gracias de la comunidad cristiana celebra siempre que hay ocasión que Él es siempre alimento que se deja comer, y cobra sentido la reunión cuando cada persona aporta lo que tiene y lo que es.

Carmen Notario, sfcc

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