Cuando descubrimos que lo que ocurre con nosotras depende de nosotras mismas, de la confianza plena en nuestra fuerza interior, todo cambia.
En los evangelios Jesús siempre se pone de parte de la mujer, y esto no gusta, lo tienen que predicar porque está ahí, pero ellos no lo hacen. Y eso es violencia.
Violentan la verdad con mil excusas de fidelidad a no sé qué historia patriarcal y así crean una tremenda violencia contra las mujeres.
Ya dicen que el tema del diaconado femenino, tan demandado y votado, se retira de los procesos sinodales. ¿Qué miedo tienen?
Con la institución siempre perdemos; sin embargo yo he aprendido que la pérdida catapulta algo nuevo, es el caldo de cultivo para que brote vida, vida nueva, creatividad y energía renovada.
A veces es la pérdida lo que, una vez aceptada, hace que nos concentremos y que nos atrevamos a sacar de nosotras lo dormido, lo aparcado, lo almacenado ahí, en lo oscuro del alma porque no interesaba, creíamos.
Lleva tiempo encajar el dolor de la pérdida, del desconcierto, del vacío ante un futuro, que para nosotras ahora mismo, y para tantas mujeres es un abismo. Y esto supone un reto, es difícil, incluso agotador empezar de nuevo, mujeres solas, frente a un patriarcado que se autoafirma y que sigue apropiándose de todo un espacio físico y moral cuya potencia hace tambalear a tantas que lo siguen apoyando.
Sin embargo, si nos fijamos en las mujeres bíblicas descubrimos a muchas hermanas que con otra, o solas, emprenden caminos en el vacío de la fe en el Dios que las habita:
Rut y Noemí y después Isabel y María y después María de Magdala y tantas otras que invitadas a gestar vida se ponen en camino, a toda prisa a la montaña, porque allí se les comunica, como en el susurro de Elías, en la noche de Samuel, o en los sueños de José…¿qué se les comunica? el misterio.
El mapa del misterio es el camino. El seguimiento fiel a la luz que tienes y que si no la sigues cada vez brillará menos porque te desviarás del faro interior que parpadea en tu noche.
Luchar por los derechos de la mujer es seguir la luz, la voz, el susurro que nos indica, si estamos a la escucha, lo que tenemos que desempolvar de la enorme herencia que tenemos bajo llave, porque creemos que no tiene valor.
¿Cómo no va a tener valor lo que Dios nos ha dado? No nos hagamos violencia a nosotras mismas manteniendo encerrado lo que quiere manifestarse, mostrarse porque es bueno.
La violencia es el arma del débil, del acomplejado, del que se siente amenazado porque la mujer es mejor, más madura, más buscadora. Su recurso, lo he experimentado muchas veces, es atacar primero verbalmente después cerrándote posibilidades si pueden…
Si nos dejamos intimidar el miedo se vuelve contra nosotras y nos va paralizando. Luchar contra la violencia contra la mujer es abrir caminos de libertad acompañando a que algunas de las mujeres de nuestros entornos descubran su fuerza interior, porque esto es lo que cuenta, esto es lo que les irá empoderando.
Y puede ser tan sencillo como invitar a amigas o vecinas a respirar conscientemente por salud, tomar una infusión y hablar de como se han sentido y proponer otro encuentro y dejar que vaya emergiendo su fuerza interior que contiene todos los recursos que necesita para ser feliz y libre y hermosa y valiente.
¡Feliz día hermanas!
Magda Bennásar Oliver, sfcc

