Antes de terminar este precioso tiempo de Navidad y entrar en un tiempo ordinario que se puede hacer largo después de tanta celebración amontonada, siento por dentro la necesidad de rumiar lo vivido y sobre todo lo contemplado.
No quisiera que las rebajas se metieran en nuestra espiritualidad- riqueza interior, y acabáramos consumiendo aquello que es el tesoro de nuestra vida. Ya dicen que si algo es gratis no se valora…¡qué pena! porque la gratuidad de Dios se nos puede pasar sin que nos enteremos de fondo.
Hoy, día de Reyes, la Palabra nos coloca de nuevo ante ese cuadro insuperable e inimaginable de la “vulnerabilidad de Dios“. En oposición directa con todas las omnipotencias de tiempos litúrgicos obsoletos, la realidad del evangelio es que siempre se nos muestra a Jesús tal vez demasiado humano, en el sentido de que puede incluso molestar a nuestro lado inmaduro que busca seguridades y absoluteces.
Hay que decrecer, no rebajar, para pillarlo. ¿Diferencia entre ambos? Rebajar creo que no necesita explicación, es lo que solemos hacer para seguir viviendo tranquil@s. Decrecer en cambio, tiene un gran componente de sabiduría y solidaridad.
Sabiduría para captar la vulnerabilidad que asume Dios al hacerse criaturita. Esa vulnerabilidad entre otras cosas es indicativa del respeto sagrado que Dios tiene con nosotr@s. El decrecimiento de Dios ante ti y ante mi, sí, su intento de hacerse más y más cercano no es para hacerse simpático, como el papá que hace el payaso con su pequeño para que se ría. El decrecimiento de Dios es para que de una vez perdamos el miedo a nuestra identidad y asumamos nuestra filiación y con ello nuestra tarea.
Rebajar no es abajar. Abajarse es imprescindible para que entendamos los caminos por los que conduce el amor gratuito y que tantas veces, esos caminos, hacen chirriar nuestros valores anquilosados y almidonados por una cultura cristiana que como mucho hoy mantiene su arte.
Decrecer puede ser la clave de la nueva evangelización. Es el concepto que nos obliga a mirar a Jesús, en su absoluta vulnerabilidad a lo largo de su vida. Jesús no se dedica a hacer obras de caridad en un sentido simplista, Jesús entra de lleno en el ego humano y nos invita a decrecer para comprender.
Si miramos la realidad del planeta, el problema número uno ha sido y sigue siendo el querer crecer en poder, riqueza, confort…el gran dilema de la humanidad está en la mente y corazón de cada persona: ¿qué busco?¿ante qué me estremezco? ¿cuales son mis valores?
La invitación a decrecer es una invitación a un estilo de vida que tenemos que reinventar para el momento actual, mirando a Jesús.
¿Rebajas? mejor Jesús y su vulnerabilidad como modelo diario de decrecimiento para así vivir en solidaridad con el planeta y con cada ser humano.
Magdalena Bennásar Oliver