HABLANDO DE ECOLOGIA MENTAL

Si tuviera que compartir mi oración, podría decir que es un tiempo en que después de un silenciamiento prolongado visito el evangelio y visito el Cosmos. No sabría decir qué me mueve por dentro, debe ser la Ruah, o/y también la curiosidad humana pero el evangelio me remite al Cosmos y este al evangelio, pasando por los habitantes de Gaia, de nuestra tierra y casa común.

Todavía siento la energía del grupo-comunidad que nos reunimos una vez al mes 8 horas, no está nada mal, y cada trimestre un fin de semana, para ahondar en estos temas. Al atardecer del sábado escuchábamos la voz ya envejecida del profeta L.Boff que nos hablaba, entre otras cosas de ecología mental. De ello una frase se quedó en mi mente, y Gorka del grupo también la compartía “cuidamos lo que amamos y amamos lo que cuidamos”.

Ayer por la tarde me llamaba una buena amiga de años, y en un suspiro emocionado me decía “ya soy abuela”. La noche anterior había nacido, no sin dificultades, su primer nieto y estaba en éxtasis. Literalmente me dijo ¡”cómo puede haber gente que no cree en Dios, sólo mirar sus uñitas, sus pestañitas…”! y se quedó callada de emoción, yo le dije es un milagro, y obviamente asintió, “no se puede explicar el sentimiento, la experiencia”.

Cuidamos lo que amamos… ¿cómo, os parece, será cuidado este niño? amamos lo que cuidamos ¿será amado, mimado, protegido? ¿Qué “hábitat” desean para él?

Toda esa energía positiva que emana del corazón humano me remite al título de la reflexión, “ecología mental”. ¿Qué le hacemos a la mente-corazón para que produzca violencia contra la tierra, las personas, los niños, las mujeres, el aire que respiramos, el agua que bebemos…?. Es impensable que sólo por ambición seamos capaces de destruir la vida.

Como nos dicen los científicos, cuando emergió de la evolución el ser humano, el cosmos estaba ya formado y organizado en un 99,98%. Es decir el cosmos, el planeta no nos necesita, más bien lo estamos destruyendo. Nosotros sin la tierra, sin el oxígeno, sin el agua no existiríamos. Nosotros sí la necesitamos, es nuestro medio, nuestro “hábitat”, nuestra casa.

En el evangelio que leemos estos días de tiempo ordinario que siguen a la experiencia de Bautismo de Jesús, le vemos en una doble tarea. Es muy importante que nos demos cuenta de su estrategia: por un lado llama a amigos para que le acompañen en su tarea de ir implementado el Reino de Dios o modo de actuar de Dios, y le vemos cuidando y curando a las personas, admirando la naturaleza… es decir, devolviendo a la vida, a las personas lo que una religiosidad envejecida y adulterada les ha ido robando: sobre todo la dignidad y con ello su derecho a Dios directo, cercano, sin pagos, sin sacrificios, sin mediadores abusivos. A la vez que intenta arrancar de las mentes, con su predicación, las distorsiones creadas por valores extremadamente patriarcales.

Su cambio empieza con su Bautismo. El rito de iniciación judío era la circuncisión, (sólo varones pues), sin embargo el bautismo de Jesús, aunque Juan predicara penitencia por los pecados, es tal experiencia de amor “tú eres mi hijo amado, en ti me complazco” que su vida da un vuelco y va comprendiendo progresivamente como debe vivir y compartir lo que vive. Con el Bautismo de Jesús el nuestro será para nosotr@s una experiencia de iniciación y pertenencia a la familia cristiana, donde como nos dice Pablo en Gálatas en 3,28:”… ya no hay diferencia entre esclavo o libre, hombre o mujer, todos somos uno en Cristo.

La ecología mental nos invita a re-vivir nuestro bautismo y ejercitarlo. Nos invita a dejar la pasividad que genera una religiosidad conformista y hecha a nuestra medida, para dejar que por dentro nos enderecen lo torcido, es decir, dejar que la fuerza del Espíritu de Jesús libere nuestra mente de tanta información que no nos lleva a nada para acoger en su estado puro la vida que se nos regala, tan claramente ritualizado en el bautismo. Vida de la Vida, sin complejos ni interpretaciones.

Me llama la atención que en nuestra cultura y país, estas verdades apenas mueven a la gente. Me ha tocado vivir y conocer otros países y con menos formación religiosa e intelectual muchas veces, estas verdades han movilizado a las personas a crear proyectos donde se haga visible el cuidado y mimo de la tierra y de las personas.

En España somos muy sensibles a la justicia social, a la donación de órganos…pero con todo el tema de unir evangelio y vida y naturaleza…las iniciativas son en general de individuos o personas a escalas muy pequeñas pero no lo suficientemente potentes como para generar curiosidad, expectación, ganas de conocer.

Si interiorizo mi bautismo soy invitada por el mismísimo Espíritu de Jesús a co-crear, a re-crear la vida en sus múltiples facetas para que los jóvenes y recién nacidos encuentren un planeta y un cristianismo más vivible, más ecológico.

Una vez al hablar de estos temas alguien me dijo “este es tu proyecto” como diciendo “no proyectes”, mi pregunta es ¿lo es? ¿Es una comida de coco mía? Me cuesta creer que no haya personas interesadas en colaborar en proyectos de “cuidar de la tierra, de las personas” desde el evangelio, desde nuestra filiación. Me cuesta creer que no haya personas interesadas en colaborar en la creación de espacios sencillos donde cada un@ pueda ser quien es  y crecer en comunidad abierta de vida y proyectos que dignifiquen la tierra y el cristianismo.

A nosotras nos gustaría empezar un diálogo constructivo, desde abajo, con personas que sintáis, como nosotras, el gusanillo e ir haciendo camino, sin prisas pero sin pausas.

El deshielo del Ártico va muy rápido lo cual va acelerando el cambio climático. Ojalá estas realidades nos ayuden a interpretar la llamada de Jesús a amar, respetar, devolver la vida y la salud, a implementar el reino. Si la tierra sigue subiendo de temperatura, todo el planeta se va enfermando, y se necesitan personas dispuestas a echar una mano. Estamos ante un nuevo paradigma, y somos los protagonistas.

Estamos abiertas a dialogar y o a hacer silencio si no ha llegado el momento. La ecología mental manda.

María Magdalena Bennasar

 

 

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