Este sábado pasado, de nuevo, hablamos de la Resurrección en el tema del programa Espiritualidad de la Creación. Confitado por la tarde con un dulce documental de un precioso aspecto de la naturaleza.
A fuerza de hablar de ello, de orarlo, de tratar de vivirlo, la pregunta que comparto es ¿a qué nos lleva la celebración de la Pascua de este año? Veo interés en entender, comprender el significado de los textos, su interpretación actualizada, pero no veo preguntas dirigidas a como podríamos implementar lo que se nos comunica al corazón para la vida de la comunidad
” Y yo, ¿cómo lo estoy viviendo? porque hablar de ello, no significa más que humo si no hay una vivencia”.
También me atrevo a expresarme con claridad porque oigo gente que dice “empiezo a poner piezas juntas” “no lo había oído nunca” explicado con claridad suficiente para que me haga consciente de que puedo vivirlo en mis compromisos de siempre.
Voy entendiendo que tenemos apego a la tumba, es decir a lo que nos tumba. Tal vez es más cómodo seguir yendo a acompañar a Jesús en los hermanos entregándome sin descanso en un servicio que me requiere, que estar cada mañana con el oído atento de discípula y ser capaz de volver mi cabeza, es decir mis planes, criterios, prioridades según la nueva valoración, la del Resucitado, que evidentemente está vivo en la presencia del Espíritu, la Ruah, en mí y en la comunidad.
Con ello no digo que sea malo el servicio, pero sí que en el puedo buscar mi realización personal, más que seguir las huellas del Resucitado y ser su presencia donde El me insinúe, que si coincide con donde yo quiero ir, estupendo.
El discernir viene por las mismas palabras del inicio, este servicio ¿me tumba? ¿me mantiene en la tumba de la baja autoestima, de la necesidad de ser útil, de hacer lo que alguien me sugiere que haga….de servir siempre a los mismos acostumbrados a lo patriarcal a que la mujer sobre todo sirva: comidas, hijos, nietos, maridos, catequesis, mayores, todos acostumbrados a que yo tengo que estar disponible…o me obliga a dejar la tumba, por muy bonito que sea el jardín, para ir a los hermanos a anunciar que El está vivo, de las mil maneras posibles, pero eso sí, con creatividad y adaptación al mundo de hoy. Este es el modo de servicio que escuchamos en los textos de Resurrección.
Es difícil creer que podemos cambiar las estructuras de injusticia social, si no somos capaces de dejarnos cambiar y empoderar por la fuerza del Resucitado. ¿Hay que dejar de servir? por supuesto que no. Pero con criterio evangélico que no coincide normalmente con la lógica, la cordura, la estabilidad que ofrece la comodidad de la tumba, a la que voy cuando puedo, llevo flores, y lloriqueo un poco porque no veo el futuro claro, porque me siento usada por todos…y como estoy en la tumba y Jesús no está ahí, nadie me contradice. En el fondo tal vez es lo que busco. ¿Lo es?
Lo bueno de la Ruah del Resucitado es que da nuevas oportunidades: al matrimonio de Emaús que critica por lo bajo, hace que su corazón arda con una nueva presencia que les saca del negativismo y les pone en camino.
Al Tomás , el incrédulo, pragmático, lógico y cuerdo en mí, le hace tener una experiencia de tocarle en sus heridas para que reaccione de su frialdad calculadora y desalentadora en la comunidad.
Como a María Magdalena nos llama de nuevo y envía a transformar la realidad. Y como la realidad no es fácil, ellos y ellas se reúnen semanalmente para darse calor y apoyo recordando la vivencia del Maestro y compartiendo sus diferentes experiencias de servicio como discipul@s: siendo entre ellos el primero el servicio de la Palabra, después el servicio de las mesas (necesidades reales, ineludibles)
Y era tan lógico que ayudaran al que le faltaba, que espontáneamente compartían sus bienes, desde la tortilla a una parcela para construir la casa de la comunidad… todo iba viniendo, con dificultades siempre y duras, pero si se mantenían unidos en El, todo iba avanzando, hasta hoy y gracias a ell@s.
Gracias por ser discípul@. No te canses. Deja las tumbas y déjate guiar. Y si puedes cuida mucho de tu pequeña comunidad porque es la garantía total de que Dios nunca nos deja. Porque esto es lo que ocurre después de la experiencia de Vida, que la Vida continúa en y entre nosotr@s, para que la llevemos a la Galilea de cada día.
M. Magdalena Bennásar Oliver