Os prometo que no voy a comentar sobre la Cuaresma, su significado…en español tenemos tanta gente que escribe y escribe bien, no vamos a cansar.
Observo, sin embargo, que poca gente escribe sobre lo que ora, vive…hablan de lo que significa el texto…
Nosotras vemos una necesidad en nuestro país. Empecé a darme cuenta cuando estudiaba Teología en Berkeley, California. Ni un examen memorístico, todo trabajos personalizados, procesados. El contenido es fácil de localizar, tienes una bibliografía, si quieres puedes leer, aprender…lo diferente es hacer tuyo este contenido: asimilarlo, comprenderlo, traducirlo en tu vida y en tu realidad.
Tuve la suerte de ser rigurosamente guiada a hacer un estudio reflexivo y personalizado de todo aquello que no fuera datos históricos o información completamente objetiva. Y aun así, siempre se te invitaba a descubrir como tú lo estabas asimilando e interpretando. Y a escribirlo. Se llama Reflexión Teológica.
Puedo contaros que para mí el “desierto” es mi hábitat casi único. Estoy acostumbrada a la intemperie. Mis opciones de vida, paso a paso, con sinceridad de conciencia, me han ido conduciendo a espacios insospechados. Entiendo que las imágenes bíblicas más potentes sean de “ponerte en marcha”: el Éxodo como metáfora de vida: Dios caminando con su pueblo, en el desierto. Dios proveyendo lo justo para el día, según la necesidad. Dios hablando con Moisés, como un hombre habla con su amigo. Dios abriendo el mar, en el último momento. Dios acompañando, exhortando, animando, Dios, siempre, Dios con el pueblo.
Luego, el Éxodo de Jesús, sus cuarenta días, simbólico de los 40 años…simbólico de nuestros tiempos de intemperie y discernimiento. Desafortunadamente no nos han hablado muy claro en general, nuestra iglesia, de lo que esto significa.
En tándem con Moisés y Jesús, nosotr@s. Estas lecciones magistrales son para la vida. Son para nuestro catecumenado. Sólo hace falta romper nuestro voto a la superficialidad cuna de todos los miedos, y salir. Salir al desierto, es decir, acercarnos donde Dios habita.
El desierto no es un lugar geográfico, en nuestro contexto, es un espacio interior, nuestro eje. Y, como ocurre con nuestro planeta, cuando el eje se desliza hacia un lado, se desequilibra todo. Es lo que está ocurriendo con el cambio climático: la subida de 1ºC más rápida tardó 1000 años en verificarse. Nosotros lo hemos conseguido en menos de 100.
Y ¿por qué se produce desequilibrio? La respuesta está en los textos que este tiempo de espiritualidad y ayuno de superficialidad, nos ponen delante porque el problema no es de este siglo, el problema no es problema si se mira bien.
Jesús es conducido por el Espíritu a su desierto después de una experiencia fundamental del Abba en su Bautismo. Ahí está la clave transformadora. No es el desierto lo que transforma, es quien te conduce, y a qué vas.
Jesús tiene que decidir entre una relación con Dios manipuladora o de hijo. Este planteamiento lo tenemos delante todos los días. Si entiendo que Dios no trabaja para mí, dejaré de hacerle encargos y empezaré a entender la riqueza de confiar en alguien que confía en mí la suerte de la humanidad y del planeta. Y responderé.
Jesús tiene que hacer reflexión teológica sobre si multiplicar panes para saciar hambres inmediatas o dejarnos sentir hambre y sed de autenticidad cuando dejamos de actuar como hijos e hijas capacitadas para administrar toda la harina y el agua del planeta. Sólo comparte el que ama. Si no amamos damos de lo que nos sobra, lo que ya no usamos…si amamos nos quitamos el pan de la boca para compartirlo…el poder sin amor es letal. Dar de lo que me sobra es humillar. Dios nos ha dado unos talentos y unos bienes para que con todo ello evolucionemos como humanidad y como cosmos.
Las mejores mentes las utilizan los gobiernos, con nuestro dinero, para sofisticación de armamento digital, cuyo objetivo es matar más rápida y eficazmente, siendo el arma del futuro, en confección, la que se diseña para matar nominalmente, para encontrar a la persona esté donde esté (contenido de dos ponencias en KU Leuven departamento de Teología)
Tenemos la mente de Dios. La mirada de Dios. La fuerza de Dios, su Espíritu, su capacidad de transformar el agua en vino.
Parece que muchos se dedican a destruir el agua base de la salud, con los residuos…y Jesús nos ofrece el Agua que quita la sed, el agua de la Vida.
Muchos se dedican a construir muros para protegerse de los pobres a los que les hemos robado su dignidad y su pan, y Jesús nos invita a construir el Reino, ya, derribando todos los muros que dividen, clasifican, separan y construir casas para todos los refugiados y refugiadas en sus largos éxodos, expuestos a miserias y desprecios colectivos. Éxodos por guerras y por cambio climático.
“Haced lo que él os diga” (Jn2, 5) y el agua se convirtió en vino, yo diría incluso hoy, en agua potable sería suficiente Jesús. Gracias por invitarnos a ser hijas. Gracias por compartir tu Ser con nosotros.
Hacer lo que él nos dice al corazón es el camino del auténtico éxodo o salida del ego hacia el amor. Y así, lentamente, paso a paso, el eje va volviendo a su centro: el del planeta también cuando el humano esté centrado. Esta es la tarea de la Cuaresma. Desde el corazón devolver su centro, su espacio, su dignidad a todo y a todos.
Magda Bennásar Oliver
Volvamos a ese espacio sagrado a escuchar. Gracias