La voz del amado, cuarta semana de adviento

Foto de Magda Ehlers en Pexels

Entramos en la cuarta semana de adviento y se acentúa la anticipación por el encuentro. El Cantar de los Cantares nos habla poéticamente de un encuentro de amor como el que se produce entre un hombre y una mujer.

Dicen que el oído es el primer sentido que desarrollamos y el último que perdemos en el proceso de morir. La voz, antes incluso que la imagen, es lo primero que llega en el silencio. Cuando escuchamos una voz amiga el alma se serena. La palabra es una llamada de amor e invita al encuentro con “la amada”. Ven, levántate, para crear ese diálogo que es el que alimenta el amor.

Todo está bien y se expresa en la hermosura de una creación en plena efervescencia y armonía; y todo se va colocando en su sitio; todo está bien si el amado puede oir tu voz también y contemplar tu hermosura.

Lectura del libro del Cantar de los Cantares (2,8-14):

¡La voz de mi amado!
Vedlo, aquí llega,
saltando por los montes,
brincando por las colinas.
Es mi amado un gamo,
parece un cervatillo.
Vedlo parado tras la cerca,
mirando por la ventana,
atisbando por la celosía.
Habla mi amado y me dice:
«Levántate, amada mía,
hermosa mía y ven.
Mira, el invierno ya ha pasado,
las lluvias cesaron, se han ido.
Brotan las flores en el campo,
llega la estación de la poda,
el arrullo de la tórtola
se oye en nuestra tierra.
En la higuera despuntan las yemas,
las viñas en flor exhalan se perfume.
Levántate, amada mía,
hermosa mía, y vente.
Paloma mía, en las oquedades de la roca,
en el escondrijo escarpado,
déjame ver tu figura,
déjame escuchar tu voz:
es muy dulce tu voz
y fascinante tu figura».

Acaba tu oración escribiendo lo que este rato te ha sugerido y deja que influya en tu día.

El alma que anda en amor, Taizè

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