Como la mayoría recibisteis el artículo referente a la identidad y características de las Beguinas, y hay tanto en internet, no nos detenemos ahora en definiciones, sino que deseamos adentrarnos un paso más en nuestro crecimiento en la fe, y en la fe en comunidad, desde una perspectiva: madurez.
Decimos en la explicación de la Comunidad de Magdala que las personas que la componemos tenemos un cierto sabor a beguina de hoy.
La Comunidad de Magdala es un potente espacio virtual y presencial, donde mujeres de 30s a 60s y algún varón abierto a otros paradigmas, vamos haciendo un camino de apertura al Espíritu, inspiradas por nuestras hermanas, que ya en el S.XII, especialmente en los Países Bajos, vivieron un modo de ser y estar en el mundo, desde el seguimiento de Jesús, que removió los cimientos de estructuras e inquisiciones…que sí, al final las silenciaron, en muchos casos a fuerza de golpes y de hoguera.
Silenciar a alguien no quiere decir acabar con la persona, sino, que esta persona, o grupo, ante el No institucional, se reinventa. Últimamente se me hace muy vivo, en dos importantes procesos, que el “no sigáis por aquí” o “aquí no”, me está sirviendo para reinventar, repensar, escuchar más atentamente y lanzarnos al vacío de una intemperie por explorar. Eso huele a Beguina, y nos gusta, aunque no es fácil.
Una parte de este proceso es esa recién nacida, pero ya veterana en discipulado, Comunidad de Magdala.
¿Cuál es el requisito indispensable, fundamental, determinante para pertenecer, sin el cual, la persona es invitada a buscar otro tipo de comunidad? Ese ingrediente es una oración personal con el Cristo del Evangelio y con la realidad: humana y del planeta. Uno, sin los otros, crea un desequilibrio que puede afectar a la salud integral de la persona y también de la comunidad.
Cada persona es amada y respetada como es, y a la vez, acompañada, es decir, conocida, escuchada, interpelada si se considera necesario, con respeto, con cariño y con discernimiento.
Si la persona ora, habrá madurez. Es decir, la persona se dará cuenta de las necesidades reales de hoy, después de haber escuchado en el corazón el “Tengo Sed” del Crucificado, o el “ve y diles a los hermanos” que le dice el Resucitado a nuestra hermana y modelo de seguimiento María de Magdala.
Ella había escuchado a Jesús. Y le había visto actuar. Ella comprendió que la misión de Jesús no era curar, o resucitar… era formar una comunidad que encarnara los valores y cariño que él conocía de su Abba, a quien hoy también nos regala, y, por ello, con él y como él podemos decir “Padre Nuestro”.
¿Por qué María de Magdala nos recuerda al estilo de mujer discípula, que después se llamaría beguina y que hoy nos sigue inspirando?
Fundamentalmente porque tenía una relación personal con Jesús, porque le amaba y se dejaba amar, y ahí se sanaban vacíos y desequilibrios afectivos.
Y también efectivos, es decir, es más difícil tener que inventar cómo salvar al mundo, que acurrucarte a escuchar el corazón del que late en sintonía con el Todo. Orar es escuchar el corazón del Amado y acudir con presteza a atender donde se te envía.
A ella no la envió a atender enfermos, a cocinar, a cuidar…la envió a “decirles a los hermanos que Él estaba vivo y que se reuniría con ellos en Galilea”, en el lugar donde transcurre la vida de la gente normal.
Las beguinas recuperan, muchas de ellas, esa llamada personal y desarrollan sus talentos: escribir, catequizar, predicar, curar…desde esa llamada personal, sin la cual la comunidad no funciona porque las personas esperan de la comunidad lo que ésta no puede darles. Habrá comunidad cuando haya un grupo de personas que escuchan al Crucificado-Resucitado y desde ahí comprenden que la tarea es ardua, pero que es un honor haber sido elegidx para dar la vida.
Un espacio libre, animador de los talentos de cada persona, formador de conciencias libres al estilo del evangelio no cabe en estructuras encorsetadas por el tiempo. Y ahí viene el sabor a beguina. Ellas no quieren ser monjas ni tener un marido que en aquel momento era su dueño.
La beguina es una mujer libre, enamorada de Jesús, que se reinventa desde ese encuentro día a día y comparte en comunidad su experiencia abierta a dejarse ayudar tanto a nivel personal como en su tarea, si se da el caso.
Yo veo beguinas en nuestra comunidad: la que reinventa cómo atender en su consulta después de haberle escuchado a él.
La que ve en sus alumnos su Galilea, y en sus compañeros de otras comunidades la necesidad de “volver a él”.
La que desde su posición importante e influyente vive los valores de Jesús y comparte con otros su pasión, enseñar a hacer silencio, para escuchar.
La que en su día a día, de vida tranquila sin demasiada pompa, está convirtiendo su vida en contemplación y su casa en comunidad de acogida y eucaristía.
La que luchando con doctores y no sólo de la iglesia, escribe su doctorado devolviendo dignidad y espacio arrebatado a la mujer.
La que apostando por la vida y la dignidad, arriesga todo para recuperar la vida y la salud de personas que se habían caído casi al suelo.
Las que quieren seguir siendo ellas mismas, aunque sean criticadas por otras hermanas de comunidad.
Las que siguen a la intemperie, pero felices, por haber encontrado hermanxs igual de inquietxs para andar ese tramo de camino que se nos regala.
Y, algunas hermanas, que, pasando por un momento personal delicado, nos siguen, nos apoyan, nos acompañan, pero sin entrar todavía. Tal vez, por exceso de madurez. A vosotras, queridas hermanas, os decimos, que vuestro pasaporte ya se puso al día, cuando queráis o si queréis, aquí estamos, así, hablando desde el umbral, o desde dentro.
Besos y abrazos.
Os dedicamos esa foto hecha enfrente de casa, con unos higos que nos regaló una vecina, de su árbol. Me parecieron tan ricos que no podían menos que formar parte del todo y queremos compartirlos con vosotrxs. Esos higos estaban casi maduros. Como nosotrxs.
Comunidad de Magdala