Hace unos meses añadimos una nueva categoría a nuestras entradas del blog. “¡Que vea!”. Es una exclamación, una petición, un deseo, incluso una necesidad vital.
Todxs pasamos por momentos de profunda oscuridad que tambalean de alguna manera el sentido de nuestra vida, aquello por lo que hemos vivido y luchado durante años; de repente parece que todo queda reducido a cenizas y no sabemos por dónde continuar.
Si no vemos, no podemos seguir el camino y todo se nos vuelve obstáculo. Nos encontramos ante una crisis existencial.
Porque como nos relata el evangelio de hoy es más fácil oír, incluso escuchar aunque de eso, estamos también ya cansadxs. Nos sentamos en el borde del camino y allí dejamos que pasen los problemas, las dificultades, los conflictos, todo lo que va minando nuestra alegría, el gusto por la vida, las decepciones y también nuestras contradicciones.
Sentadxs y sólxs durante mucho tiempo dando vueltas a lo mismo, puede ser muy peligroso, incluso para nuestra salud mental.
Es curioso que en este pasaje del evangelio es el ciego quien llama a Jesús y le pide su compasión. Es tal el deseo de ver, de poder caminar, de encontrar el camino que hace todo lo posible por recobrar la vista.
¿Recobrar la vista y seguir su camino?
No, recobra la vista y sigue a Jesús en el camino.
Ese es el sentido de las “curaciones” en el evangelio, recobrar la salud para vivir de otra manera, con otros valores, cambiando prioridades, actitudes, comportamientos.
Cuando empezamos a “ver” y a “mirar” más allá de nosotrxs mismxs, incluso del pequeño círculo de nuestra familia, amigxs, nuestro corazón se ensancha y cada vez caben más personas, otras realidades muy diferentes a las nuestras. Nuestro pequeño mundo se hace grande, universal y nuestro corazón se vuelve generoso porque no tenemos miedo a perder si nos damos, si compartimos.
Cuando le pido a Jesús recobrar la vista, ¿estoy pensado en mi relación personal con Él únicamente?
¿A qué necesito abrirme para estar en el camino? ¿Qué me estoy perdiendo por no ahondar en esa mirada?
Señor, ¡que vea!
Carmen Notario, SFCC
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