
Hace unos días publicamos una invitación a formar, online, pequeñas comunidades cristianas.
Inspiradas en las primeras comunidades: Hechos 2,42-47
Con actitud de corazón inspirada en Filipenses 2, 1-11.
Y sobre todo en Lucas 1, 39-52;
En estos textos, entre otros, vemos un común denominador: gozo por una experiencia viva de Dios, por poder compartirla, por poder solidarizarnos viviéndola y comunicándola.
Varias personas que recientemente habéis tenido una experiencia de sentiros vivas y habitadas por el Amor, nos habéis preguntado cómo seguir. Hace más de 40 años que nosotras, desde nuestra adolescencia, formamos parte y ayudamos a formar comunidades de fe: iglesias domésticas, espacios de compartir el pan de la Vida.
Por Bautismo somos sacerdotes, profetas y pastores; somos receptores del legado del Abba en nosotr@s hoy y para nuestro tiempo. Estas realidades cuando se ejercitan con la fuerza del Espíritu, se sienten como propias. Este es nuestro HOY Y AHORA.
Nuestra humilde experiencia que se da en esos cuidados y mimados espacios de silencio y Palabra orada, y respeto hacia todo y todos nos impulsan a utilizar creatividad y talentos en función del Reino.
El lugar privilegiado para discernir y ser enviado es la comunidad de fe.
Ese no es un lugar para comentar libros, ni textos… tampoco es un lugar para desahogarnos o buscar atención. Todos estos gestos indican “algo de vacío interior”. Hay otros lugares y tiempos para comentar libros, y para atender a nuestras necesidades y a las de los demás. El mundo profesional ayuda más que un grupo así en temas de tipo sicológico-afectivo.
Este espacio es para personas en proceso de madurez y equilibrio sano que desean, desde un tú a tú muy natural, compartir la experiencia de fe y vida en comunidad.
Ofrecemos a continuación un guión para que pueda orientar tu grupo. Partiendo de la condición indispensable para pertenecer a una de estas comunidades: intentar orar todos los días.
Como cordón umbilical, la oración nos nutre de Dios y de su vida, porque al orar ocurre que “en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17,28).
Si esta experiencia no es firme, el grupo es un fracaso antes de empezar porque inevitablemente gira hacia comentar sobre autores y textos que nos ayudan, pero que pueden sustituir, en este espacio sagrado, el paso de Dios, su Palabra dirigida a ti, en persona.
Entonces, ¿Cómo?:
El día de la reunión la persona prepara, en su oración, un resumen ágil para comunicar verbalmente, lo que va viviendo en la oración, lo que se te está comunicando. No letra escrita hace un mes o tres semanas. Supone preparación y atención interior para ver el trazo de Dios a lo largo de ese día a día. Experiencia que nos maravilla cuando la vamos descubriendo.
PROCESO DEL ENCUENTRO:
Por turnos, una persona es la encargada de monitorizar los tiempos y la participación de cada persona. Velando por dos cosas: que todos participen, que nadie domine y que no sean siempre los mismos los que empiezan y los mismos los que terminan. Importantísimo no interrumpir para dar consejos o para compararse y contar algo propio…falta grave contra la escucha.
El grupo se saluda brevemente y pasan a un tiempo de silenciamiento (5 minutos) que sirven para que la persona “llegue y se centre” (silencio sin música ni cantos) para dejar que la respiración y la presencia del Espíritu en el grupo no se vea mezclada con otras emociones.
Cada persona va compartiendo:
El proceso de elaboración de tu oración: como la preparas (contenido) como la haces (lugar y tiempo consciente), como la terminas (acoges lo que se te ha comunicado, tomando nota, dialogando de ello con Dios, agradeciendo tanto honor y gozo…)
El contenido que se te comunica de parte de Dios después de amasar en silencios prolongados: Palabra y vida.
Algo así como tu maná, tu pan horneado:
-¿con quién lo comparto? Aquí es importante ir poniendo palabras a lo que sentimos se nos invita a cuidar y servir. Algún compromiso real donde pones al servicio de personas concretas los dones recibidos y amasados ahora con humildad y sabiduría con el Evangelio en vivo.
-¿con qué lo como? Consumo responsable. Buscar ayudar a los más pobres o esforzados con mis compras de todo tipo. Lo más ecológico, local, natural posible.
Sugerencia: a veces pensamos en algo que podría ayudarle a la persona que estamos escuchando. Antes de decírselo, esperar a ver si ella lo ve, o formular delicadamente una pregunta que puede inducirle a formular lo que le falta o sobra…
Dejemos los sermones porque es la causa número uno por lo que la gente deja el grupo. Usemos ese don de predicación en otros contextos.
A los que queréis pertenecer a grupos online, en unos días os avisamos.
Este guión es para todos los que queráis, tanto presencial como online.
Tenéis unos días para reflexionar y decirnos si os interesa un grupo.
Magda Bennásar Oliver, sfcc