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Dejar que todo fluya, que todo sea lo que es. No interferir, respetar el curso de la vida. ¿Podría ser esta una definición de calma?

Llevo días intentando comprender el significado profundo de esta palabra que utilizamos cuando deseamos expresar sosiego o ausencia de tensión…

Respiro, me dejo sentir y…descubro que el equilibrio de mi interior con el exterior me produce calma. Voy más allá de conectar mente y corazón que doy por supuesto. Voy a la conexión de toda mi persona con el medio: mi casa con su decoración, mi entorno de diálogo y convivencia con las personas cercanas, mis tiempos de silencio y tiempos de diálogo con la naturaleza, con Dios, con mi ser profundo, con las personas.

La calma es el resultado final de un largo proceso de desintoxicación interior y ambiental. Se mueve en espiral, pues unas veces parece que lo consigues y otras tienes que empezar de nuevo…pero hay algunos elementos que me la facilitan:

-Que el espacio físico que habito refleje mi interior. Me atrae el minimalismo porque me lleva a vivir con lo necesario, en contacto con mi humus, mi tierra, y compartiendo lo que no necesito.

-Un ambiente de silencio, siempre que sea posible, porque en sí mismo me predispone para el equilibrio del interior con el exterior. El silencio me habla de calma.

-Unos tiempos sagrados de diálogo con Dios, donde le deje ser Dios,  para ir desintoxicándome del daño y decepción de la  institución, tan alejada de la sencilla experiencia de dejarte mirar y sentirte parte de todo.   

-Equilibrio en la dieta y en el ejercicio. Todo puede ser unificador. Mientras como: agradecer; mientras camino: alabar; mientras trabajo: devolver, regalar, ofrecer.

Y sutilmente, la calma llega como un regalo, como una manera de estar, fruto de una coherencia y comunicación de lo interior con lo exterior que penetra por los sentidos: respiración, vista, oído, tacto, gusto.

Y cuando las cosas van mal, encuentro la integración-curación en la naturaleza; ella me devuelve a mi centro. La fuerza de la belleza, de la sencillez, de la fidelidad en sus procesos, me devuelve la paz.

Y el culmen de la calma me la da escuchar su Palabra, su susurro a veces: “eres mi hija amada, en ti me complazco”.

Y todo vuelve a empezar, se motiva la vida en mí. Se recupera el Amor enfriado, se vitaliza la mediocridad. Y de nuevo puedo regalar de tanto que me sobra, compartiendo con calma y respeto los talentos recibidos.

La calma es un regalo. Casi una meta. Llevarla a las personas es una opción y una tarea. Yo me comprometo a ello.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

2 comentarios en «Calma»

  1. Hace un rato que he llegado a casa y con la necesidad de desconectar he pensado: voy a ver que han escrito Magda y Carmen, a releer alguna de las entradas del blog. Y me encuentro con que vuestra propuesta de la semana tiene que ver con la Calma. Vaya!, ni a propósito. Para una semana en que no ha habido calma, en la que la mente ha sido protagonista junto con algunos miedos e inseguridades. Y lo leído ha sido como un abrazo al corazón y la mente ha bajado el volumen, las aguas se han aquietado, ¡que descanso!, Gracias!!!

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