Iluminada por el frío sol de la mañana, sentía que me llamaba: ven, atraviésame, no tengas miedo, sólo soy una puerta. Desde este lado parece ser un gran paso lo de cruzarla: ¿qué me voy a encontrar cuando lo haga? ¿Perderé lo que dejo atrás?

Seguro que muchas veces has sentido como yo, esa llamada a dejar viejos caminos para tomar nuevos, abrir horizontes, cambiar mente y corazón y lanzarte a lo que parece el vacío.

Por alguna razón, hay momentos en los que ese paso no se puede postergar más: tengo que hacerlo o me muero por dentro.

“Entró de nuevo en Cafarnaún y se corrió la voz de que estaba en casa. Acudieron tantos que ya no cabían ni delante de la puerta, y Él les proponía la palabra.” Mc 2: 1.

La puerta de la casa de Jesús es el lugar donde se congrega la gente abierta a escuchar un mensaje de sanación, de liberación, de rompimiento con todo lo que ata, oprime, deshumaniza. Nos han predicado la puerta estrecha de las normas, de los preceptos, de la ascesis, la que nos provoca rechazo porque en ese camino solo vemos renuncia y ninguna ganancia.

Ese mensaje, esa palabra, es ´Él mismo, no otro líder ni curandero más, sino el proyecto de Dios para cada ser humano, para toda la creación. Por eso la oposición desde el principio se hace tan patente: no hay ningún deseo en quienes ostentan el poder de que las masas se liberen, abran los ojos y corran a su aire como auténticos hijos e hijas de Dios.

“Mira, yo estoy llamando a la puerta : si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”. Ap 3:20

La decisi´´on es muy personal. Nadie nos empuja…es nuestro propio ser quien se siente incómodo y pide avanzar; ¿hacia dónde? Ese es el punto, que hasta que no damos el paso no sabemos donde estamos. Eso sí, siempre sostenida, acompañada…si quiero.

Como los compañeros-comunidad del paralítico que buscan la manera de que el encuentro con Jesús sea presencial, de tú a tú. Es su fe la que suscita la palabra liberadora de Jesús: liberadora de sus parálisis, de sus miedos, de sus inseguridades, de su no saber su auténtica identidad.

“Levántate, carga con tu camilla y vete a tu casa”. Mc 2:11. Es una nueva vida, ha dado un giro de 180 grados sobre todo porque ya nunca más estará solo.

Después de una experiencia similar a ésta serás tú quien acercarás a otras personas a esa puerta donde habita quien sana, quien libera y devuelve la vida.

Carmen Notario, SFCC

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